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Las vacunas para COVID-19 están mostrando seguridad y eficacia

En las últimas semanas las compañías farmacéuticas que están en el frente de la carrera por las vacunas han anunciado resultados altamente promisorios y hasta sorprendentes sobre su eficacia en la protección de contraer COVID-19 en individuos vacunados.

Si bien los datos son preliminares, y todavía debe transcurrir más tiempo para tener datos mas seguros, no deja de sorprender cómo estas vacunas están protegiendo a los voluntarios. Pfizer/BioNtech, Moderna y Sputnik V han mostrado eficacias del 95%, 94.5% y 92 % respectivamente.

Además, en algunos casos han mostrado una eficacia elevada en adultos mayores vacunados, y no hubo diferencias con sexo, ni raza. Cabe remarcar que no informaron casos severos de reacciones adversas inducidas por la vacunación y en todos los casos los voluntarios recibieron las dos dosis, es decir el plan completo de vacunación. Esto refleja nuevamente que las vacunas son seguras en las decenas de miles de voluntarios que las recibieron.

En todos los ensayos clínicos de fase 3 un grupo de voluntarios recibe la vacuna, mientras que otro grupo recibe el placebo. Quién recibe qué, no lo conoce ni el que vacuna ni el que es vacunado, dado que esto lo asigna un programa de computación.

Esto es lo que se denomina estudio doble ciego. Luego, todos los participantes deben seguir hábitos de vida normales y con el tiempo se evalúa cuántos se enferman en forma natural. Luego de un determinado número de casos positivos se verifica en que grupo se encontraban.

Dado que todos los voluntarios que participan en estos estudios clínicos de fase 3 deben informar semanalmente la aparición o no de síntomas que podrían indicar infección por SARS-CoV-2, en los casos que así fue se los hisopó y se confirmó o descartó la infección.

Cuando acumularon un determinado número de casos positivos, un panel de especialistas externo al estudio hizo lo que se llama abrir el ciego, para verificar si los enfermos pertenecían al grupo de voluntarios que habían recibido placebo o de los que recibieron la vacuna. Hasta ese momento nadie sabía qué había recibido. A partir del conocimiento de quién recibió la vacuna se calculó la eficacia y los resultados hallados son los que se detallan en la siguiente tabla:


Aquí se pueden observar en cada estudio cuántos voluntarios totales participaron, cuántos voluntarios contrajeron la enfermedad, cuántos fueron COVID positivos del grupo de vacunados y cuántos fueron COVID positivos del grupo placebo. Estos valores de eficacia no significan que si se vacunan 100 personas, 95 no se enfermarán.

Se calcula la diferencia de positivos en cada grupo y esto se denomina eficacia, Si hubiera el mismo número de enfermos en ambos grupos la eficacia sería 0%, ya que es lo mismo que se vacunen o no; mientras que si todos los enfermos están en el grupo de placebo la eficacia sería del 100%. Por lo tanto, una eficacia del 90-95% significa que la vacuna funciona muy bien y hay muchos más enfermos entre los que recibieron placebo. Ni los expertos de Estados Unidos más optimistas esperaban estos valores tan elevados de eficacia, lo cual indica que se trata de vacunas muy efectivas, como por ejemplo lo es la de la fiebre amarilla.

Pero un punto muy importante a considerar es que inclusive teniendo valores elevados de eficacia para las distintas vacunas, esto no será suficiente para frenar la pandemia y evitar nuevas olas de epidémicas con sucesivos ciclos de cuarentena e inevitables trastornos económico-psico-sociales y sanitarios. Las vacunas no salvan vidas, sino que los planes de vacunación lo hacen. Esto determina que a partir de este momento un aspecto esencial de la pandemia es la logística de distribución de las vacunas, la infraestructura de almacenamiento y los programas de vacunación para que la mayor proporción de la población sea vacunada. Debemos reforzar la idea que en nuestro país la vacunación será voluntaria y gratuita por lo cual todo lo que sea difusión de la importancia de la vacunación es crucial para que sea algo masivo y rápido, de manera que en pocos meses podamos vacunar a una alta proporción de individuos y con esto, detener la transmisión viral. Sólo de esta manera podremos retomar hábitos de vida más normales.

Por lo tanto, no sólo las vacunas contribuyen a frenar la pandemia, sino los planes de vacunación que permitan alcanzar la inmunidad de rebaño que generará la protección comunitaria y significará un freno para la transmisión del virus en la población del mundo. Por lo tanto, el tiempo y las estrategias diseñadas en política sanitaria serán cruciales para ponerle un punto final a la pandemia de COVID-19.

Fuente: Guillermo Docena (90 LINEAS)

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