25 de Mayo: A 215 años del primer grito de libertad
Recordar la Revolución de Mayo es más que mirar al pasado: es preguntarnos, cada día, qué país queremos construir.
Cada 25 de mayo, los argentinos recordamos aquel día de 1810 en el que un grupo de hombres y mujeres valientes dio el primer paso hacia la construcción de una nación libre. En el Cabildo de Buenos Aires, entre rumores, esperanzas y tensiones, se gestaba la Revolución de Mayo, una gesta que no solo marcó el inicio del camino hacia la independencia, sino también el nacimiento de una identidad colectiva.
Una ciudad de costumbres que hablaban de un pueblo en transformación
La Buenos Aires de 1810 era muy diferente a la ciudad que conocemos hoy. Sus calles de tierra se recorrían a pie o en carruaje, las noches eran oscuras salvo por algunos faroles de aceite, y la vida transcurría con un ritmo mucho más lento. Las noticias se esparcían a través de pregoneros o mediante la reciente Gazeta de Buenos Aires, el primer periódico revolucionario.
Las tertulias eran el alma del pensamiento ilustrado: en los salones de las casas se discutían ideas, se compartía el mate —ya instalado como ritual cotidiano— y se conspiraba, muchas veces, en voz baja. Las mujeres, si bien excluidas de la política formal, eran protagonistas silenciosas desde estos espacios.
La comida también hablaba de una identidad en construcción. El locro, la mazamorra, los pastelitos y las empanadas no solo alimentaban el cuerpo, sino también el alma de un pueblo que empezaba a reconocerse como tal. Vestidos largos y mantillas, chaquetas con calzón y sombreros marcaban una moda influenciada por Europa, pero con rasgos criollos bien definidos.
¿Qué hubiera pasado si no hubiese existido la Revolución de Mayo?
Imaginar una Argentina sin la Revolución de Mayo es imaginar un país que no habría decidido por sí mismo su destino. Es probable que hubiéramos seguido siendo una colonia española durante décadas, sin voz propia ni gobierno local. Nuestra identidad, nuestras instituciones, e incluso nuestra bandera podrían no haber existido tal como las conocemos.
Tal vez la independencia hubiese llegado mucho más tarde —y con más dolor—, o incluso con condiciones impuestas desde el exterior. Sin el impulso revolucionario de 1810, los ideales de libertad, soberanía y autodeterminación podrían haber quedado enterrados bajo el peso de la obediencia colonial.
Por eso, cada vez que celebramos el 25 de Mayo, no solo conmemoramos un hecho histórico, sino también una decisión colectiva: la de animarse a ser libres.
Una mirada desde el presente
Hoy, más de dos siglos después, la Argentina enfrenta nuevos desafíos. Ya no luchamos por la independencia política, pero sí por la justicia social, la equidad, la educación, el respeto y el diálogo. La libertad, ese ideal que impulsó la Revolución de Mayo, sigue siendo una construcción diaria.
Recordar el 25 de Mayo no debe limitarse a una fecha en el calendario ni a un acto escolar. Es una invitación a preguntarnos qué país queremos ser, qué estamos haciendo por él y qué valores decidimos sostener. Así como en 1810 se animaron a cambiar la historia, hoy nos toca a nosotros animarnos a construir una sociedad más justa, solidaria y unida.
Que la memoria de aquella Revolución nos inspire a no conformarnos con lo dado, a participar activamente en la vida democrática, y a seguir creyendo que un futuro mejor es posible si lo soñamos y lo hacemos juntos.
«Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila…»Mariano Moreno»
por Maria José Rodríguez