El ramo de olivo, entre Dios o el dinero y el poder
El obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, meditó sobre el significado de los ramos de olivo que se llevan a los hogares tras la bendición del Domingo de Ramos.
“Jesús entra en Jerusalén, el pueblo lo recibe con alegría y, movido por una profunda esperanza, grita: ‘¡Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo!’”, recordó, y profundizó: “A su paso, cortaban ramas de los árboles de olivo para hacer una alfombra para Él. Y, como leemos en el relato de la Pasión, la respuesta del Señor frente a tanta expectativa no fue dar ‘algo’, sino darse a sí mismo, entregar su cuerpo, derramar su sangre”.“Esto es lo que recordamos con los ramos que llevamos. El signo es el ramo de olivo bendecido. Es algo sagrado, es una reliquia. Toda reliquia tiene valor en relación con un contenido de fe. Esto es profundamente humano: mediante los sentidos, nos acercarnos a las cosas de Dios”, destacó.
El vicario general porteño explicó que “así, el ramo bendecido se convierte en una referencia acerca de dónde se quiere apoyar la vida”, y diferenció: “Así como alguno puede estar tentado de apoyarse en cuánto dinero tiene o en cuánto poder logra acumular, nosotros, con este humilde gesto, renovamos nuestro deseo de apoyar la vida en Dios, de ponernos bajo su cuidado y su protección. Es evidente que el punto de apoyo va marcando una orientación de la vida”.
Al llegar a nuestra casa, a veces colocamos el ramo de olivo en la puerta, y así expresamos que Jesús es la ‘Puerta de la Misericordia’. O bien, lo ponemos junto a una cruz y confesamos: ‘Vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí’. Muchas veces le hacemos lugar en el altarcito de la casa, donde encendemos una velita a la Virgen, donde rezamos en familia”, agregó.
“Este gesto lo hacemos en oración, y allí volvemos a escuchar a Jesús, que nos dice: ‘Quiero entrar en tu vida, como entré en Jerusalén el Domingo de Ramos’”, recordó.
Monseñor Carrara dio una ayuda para la oración: “Con la imaginación, me meto en la escena del Evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén, y, como si fuera una de las mujeres o varones que estaba allí, lo alabo diciendo: ‘Bendito el que viene en nombre del Señor’, y en un diálogo le cuento a Jesús cuáles son mis expectativas, mis búsquedas, mis sueños”.
“Ahora, con la memoria, recuerdo nombres, rostros, historias, de pequeños y pobres con los que me he cruzado en el camino de la vida en este último tiempo, y que muy bien podrían haber sido de los que recibieron a Jesús aquel primer Domingo de Ramos, y en un diálogo con Jesús, le pregunto: ¿qué puedo hacer por ellos Señor?, ¿qué puedo hacer por vos? Y hago silencio, escucho, lo dejo hablar a Jesús”, concluyó.
Fuente: 90 lineas