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A 23 años del fallecimiento de Luz Pérez Rojas.

Por Ana Garat Pérez Rojas

El 28 de febrero de 1998 fallecía en nuestra ciudad una excepcional artista tucumana cuya trayectoria, obra y legado permanecen casi en el olvido, como lamentablemente sucede con muchos otros talentos que se prodigaron en frutos poco o nada saboreados. 

Pese a su trascendental legado no hay en la provincia salas de teatro, ni eventos, ni jornadas culturales que lleven su nombre, no vemos  su imagen encabezando una  nota en el espacio cultural de los  medios gráficos, no se la menciona en las listas de tucumanos destacados, no la encontraremos navegando en internet.  Quizás porque el nombre de Luz Pérez Rojas, resultaría sin duda desconocido para la mayoría de sus comprovincianos, aún para aquellos que en su Tucumán natal recorren los caminos del mágico mundo del teatro y las artes. 

Hoy, a 23 años de su muerte, soplar sobre el polvo que cubre la página amarillenta de un diario o la portada de un antiguo programa de una obra de teatro, correr el velo de viejos recuerdos que quizás alguien aún conserva, voltear las páginas de un álbum de fotos de niños sobre un escenario, son sin duda actos de reconocimiento, pero sobre todo de justicia y gratitud que los tucumanos debemos a esta gran artista.  Es así que mediante sus propias palabras intentaremos reflejarla, previo algunos datos biográficos

Luz Pérez Rojas inició su carrera profesional en la provincia de Buenos Aires, en el Conservatorio Williams, egresando como profesora de Declamación. Continuó luego su formación en las artes escénicas con Blanca Ferrer Jaime. Fue muy intensa su actividad como recitadora, con la presentación regular de recitales en distintas salas de la provincia. Integró el cuerpo docente del Instituto Thibaud Pacini, el Conservatorio Musical del Norte y la Academia de Bellas Artes “Lola Mora”. 

Dirigía en aquellos años, promediando la década del 50, la Escuela de Declamación de la provincia, donde formaba, con la pasión que la caracterizaba, profesionales en fundir en el arte escénico el uso armonioso de la voz, la sutileza del gesto y la destreza de la mímica.  

Y fue entonces que en su mente empezó a gestarse otra idea, que cobraba forma cada día con más nitidez.  Ideas que desde sus propias palabras compartimos

Cuando empezó su afición por el teatro. 

“Mi afición por el teatro empezó siendo yo muy chica. Poco me atraían las muñecas, pero me fascinaba el teatro.  En mis horas de juego, montaba en casa pequeños escenarios con todo lo que tuviera a mano…y sobre ellos era una princesa, una hada, una bailarina, una actriz… “ 

 Cuales fueron los motivos que la llevaron a pensar en la creación de un a escuela de teatro para niños

“Tenía tantos alumnos, veía tanto talento, que llegué a plantearme la necesidad de crear un grupo de teatro infantil. Se lo propuse de inmediato a Mario Cognato, que era el director, y me contestó: es una maravillosa idea, Luz, pero no tenemos dinero” 

Sin embargo, usted en un supremo y obstinado esfuerzo y sin más apoyo que la mano tendida de los padres de sus alumnos, se dio a la tarea de captar esos talentos y explotar todo el potencial artístico que su mirada entrenada había descubierto. El resultado de los dos primeros años de trabajo fue presentado como una nueva y asombrosa experiencia, al cierre del período lectivo. 

Si, así fue

Es que no podía ser de otro modo.  La responsabilidad y la pasión que los pequeños actores mostraron en su trabajo, el empeño y tesón de su directora en sortear los obstáculos que salían a su paso, tuvieron su justo reconocimiento. Así, al fundarse en 1957 El Consejo Provincial de Difusión Cultural, esta iniciativa se incorporó a su estructura, naciendo entonces oficialmente el Teatro Infantil de la Provincia. Teatro hecho por niños para otros niños, a los cuales la profesora Pérez Rojas dedicó su vida.  

La puesta de una obra la insumía mucho tiempo

 “Era un trabajo de meses, en ocasiones ensayábamos en feriados y domingos, sin que nadie faltara o protestara” 

El Teatro Infantil se convirtió entonces en su pasión.  Su dedicación exclusiva a esa “bella creación de su espíritu”, según la Asociación de Madres del Teatro Infantil, se manifestaba a diario en su incansable ir y venir. Presente en todos los detalles, ponía su gracia natural en los ensayos, los bailes y la reproducción de los textos. La puesta en escena de recordadas obras como  Cenicienta, con adaptación escénica de su hermano Segismundo Pérez Rojas,  El gato con botas,  El alma del reloj, Pum el aventurero, Blanco negro blanco, Las hadas viajan en calesita, Las terribles aventuras de Cuca,  y Manuelita Rosas, de Eduardo Rossi, con el flamante teatro juvenil, la llevaron a recorrer escenarios nacionales como Buenos Aires, Mar del Plata, Santiago del Estero, Jujuy, Salta entre otros escenarios del interior, con el sabido esfuerzo económico que aquellos desplazamientos significaban. El Teatro Infantil ofreció para deleite del público una larga lista de títulos que siempre fueron exitosas, y merecieron importantes espacios en los diarios locales y nacionales.  

 En 1961, de su iniciativa nace la Semana del Niño, durante la cual se realizaban diferentes actividades culturales con el objetivo de recaudar todo tipo de elementos que pudieran contribuir a mejorar la calidad de vida de los niños necesitados de la provincia. La agenda cuidadosamente organizada de la semana culminaba con varias presentaciones de su espectáculo para los pequeños alojados en asilos y hospitales.   Por ésta, su desinteresada y valiosa labor, diversas instituciones le otorgaron premios y significativos reconocimientos. 

Luz Pérez Rojas, con vocación por el arte y para el arte, fue el alma de ese teatro y lo dirigió siempre ad-honorem, con designación interina y pasión de apóstol “, así lo expresan Honoria Zelaya de Nader y María Eugenia Virla en su libro “Del Teatro Infantil en Tucumán”. 

En veinticinco años de labor, el Teatro Infantil llegó a estrenar 21 obras, de autores nacionales y extranjeros. Estos autores

asistían ocasionalmente a los estrenos, como un gesto de apoyo a la enorme tarea que significaba el montaje un espectáculo de tal calidad. 

“Cuando hicimos El Gato con botas, el propio Angel Curotto vino desde Uruguay a presenciar el estreno. También vino Félix Pelayo, gran dramaturgo infantil, al estreno de su Plan, el aventurero.” 

En aquellos años dorados del arte dramático en nuestra provincia, el Teatro Infantil llegó a ocupar un lugar al lado del teatro de adultos. Luz Pérez Rojas agradeció siempre el apoyo de grandes artistas:  escenógrafos de la talla de Guido Torres y Alberto Lombana, músicos como Salvador Rimaudo, coreógrafos como Rosa Remonda.  El aporte de todos ellos vino sin duda a enriquecer los productos del teatro que tanto amaba.

Para dar una continuidad al Teatro Infantil y no perder estos pequeños grandes talentos, creó el Teatro de Adolescentes. La puesta en escena de Manuelita Rosas, de Eduardo Rossi, mereció interminables aplausos en todas sus presentaciones.

Lamentablemente, el teatro de adolescentes se sostuvo unos pocos años, pues le resultó imposible dedicarse a ambos elencos con el compromiso que esta tarea requería.

Llegados ya los años del descanso, con un largo camino recorrido y con la satisfacción de haber puesto en su obra toda la dedicación, el esfuerzo y la pasión, era habitual para ella encontrarse con madres y padres de familia que recordaban los años del teatro infantil como los más felices de su infancia. También lo fueron para ella.

“ El teatro infantil fue para mí inagotable fuente de emoción y alegría, y aunque soy muy feliz esa fue, sin dudas , la época más feliz de mi vida” 

CODA 

Querida Tía Luz
no pude empezar esta nota cómo se hace habitualmente: “fallecía a los … años…”, eras tan coqueta, que jamás hubieras revelado tu edad. 
Te recuerdo recitando con los ojos cerrados y las manos extendidas; bailando graciosamente un candombe frente a tus alumnos, que trataban de imitarte.
Recuerdo apuros entre bambalinas, y el retumbo de las pisadas y corridas sobre las tablas del escenario, detrás del telón.
Recuerdo que en la familia se decía, medio a escondidas, que la Tía Luzsólo habla del teatro”. Y recuerdo también aplausos, papeles de celofán y muchos ramos de flores, que eran casi tan grandes como yo.
Chapeau, Tia Luz.
Aplausos de pie  

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