Cuando la literatura infantil anidó sin fronteras
El espíritu oculto de los idiomas
es privilegio de los poetas
Jaime de Ojeda
Ya ha sido señalado que la gran fuente de la literatura infantil es esa expresión germinal y profunda llamada folklore.
El folklore entendido como saber del pueblo ha sido durante siglos la primera y muy difundida forma de la literatura de la infancia. En torno al fuego se desgranaban mitos, leyendas, casos y consejas que al lograr la adhesión de la infancia cimentaron y fortalecieron legados culturales provenientes de la voz fresca del pueblo, enunciadora de anhelos y pautas conductuales.
Los cimientos sobre los cuales una sociedad edifica sus arquetipos están firmemente enraizados en los sueños primeros. No en vano el mito de Pachamama es el punto de partida de la literatura infantil en Tucumán. La tierra como Madre, todo un credo. No es fortuito que la prefiguración de nuestra literatura se desencadene a través de una fuerte relación entre el hombre y su tierra. No por mero azar las tradiciones que sobreviven en el solar del Tucumán, están ligadas a dioses de nuestra región: Pachamama, Coquena, Huyrapuca, Hullocsina, Llastay, Supay, Pujlllay, Estru, Cachingig, Piguerao, Catequil, Epucué, Ayacuá, entre otros.
Va de suyo la importancia de la literatura folk que se entronca en la literatura infantil. Cada época y cada cultura se caracteriza no sólo por lo que afirma y rehúsa aceptar, sino también por lo que dictan sus ficciones.
No en vano, el estudio de la función profunda de la literatura ha preocupado a psicólogos, sociólogos y antropólogos. Para Jung estas manifestaciones responden a sueños y fantasías de grupos humanos inscriptos en el inconsciente colectivo del pueblo, que se manifiestan. Según Bruno Betelheim,[1] son sueños narrados o deseos insatisfechos que se representan en los discursos narrativos a través de mecanismos ocultos inconscientes. Para algunos folklorólogos estas creaciones se edifican como aventuras de arquetipos que representan los patrones psíquicos de la naturaleza: los ciclos solares, las estaciones, la tríada vital del nacimiento, reproducción muerte.
Pero no es nuestro propósito atender las diferentes interpretaciones inscriptas en torno a las funciones profundas del folklore literario, sino el de intentar reflejar la función, sentido y manifestaciones del folklore africano presente en la literatura infantil en Tucumán, tal como lo refleja del relato Somba burla al rey, con una versión local enmarcada en los casos del zorro
b) La influencia de la literatura folk en la vida psíquica de la infancia.
Somba burla al rey
Para entrar en el tema, unos cuantos números, unas cuantas fechas y un poco de historia en torno a una raza resistente, sufrida y sin demasiadas defensas en su condición de esclava.
La historia oficial en torno al vil comercio, se remonta al 24 de Noviembre de 1791, cuando por Real Cédula, la Corona autoriza a sus vasallos, tanto a los que residían en España, como en Indias, a desembarcar en cualquier punto de América para buscar negros e introducirlos en Buenos Aires.
Dos años después, el 24 de enero de 1793 el coto de caza se extiende y los súbditos americanos tienen permiso para pasar directamente a África en busca de esclavos. Desde 1702 hasta 1795 se introdujeron 2.689 esclavos y a comienzos del siglo XIX ingresaban 2.500 seres por año.
No obstante la vocación esclavista de muchos no se atenuaba y el 8 de abril de 1802, al ampliarse una prórroga para el comercio de negros se enuncia que ya no sólo bastaba el color sino también la procedencia.
Sólo se permitiría el ingreso de negros bozales es decir oriundos directamente de África. Y en 1804 una nueva legislación exigía un número de bozales similar a las toneladas de cada buque.
Es así como el número de la población negra crecía aceleradamente. Hacia 1806 en Buenos Aires el porcentaje de negros era del 28,66%, en 1810 del 25,63%, y en 1822, nueve años después de aquellos memorables enunciados firmado por los Constituyentes del año XIII la disminución del porcentaje poblacional era sólo de un 24,69%. Un registro significativo:
“Este bárbaro derecho del más fuerte que ha tenido en consideración a la naturaleza, desde que el hombre declaró la guerra a su misma especie desaparecerá en lo sucesivo de nuestro hemisferios y sin ofender el derecho de propiedad, si es que éste resulta de una convención forzada, se extinguirá sucesivamente hasta que regenerada esa miserable raza iguale a todas las clases del Estado, y haga ver que la naturaleza nunca ha formado esclavos sino hombres, pero que la educación ha dividido la tierra en opresores y oprimidos..”
Lamentablemente los números que arrojaban los censos en Buenos Aires, no eran muy diferentes a los registrados en Tucumán. Según el doctor Lizondo Borda,[2] un padrón levantado por los curas en sus curatos, por orden del rey, revela que hacia 1778 la población negra en Tucumán era superior a la blanca.
Un solo ejemplo. En el partido y curato de Chicligasta había 3 clérigos, 599 españoles y criollos, 749 indios y mestizos, 5.549 negros y mulatos libres y 205 negros y mulatos esclavos.
Frente a tales cifras no sorprende encontrar en nuestra literatura oral la presencia africana.
En el año 1925, el doctor Manuel Lizondo Borda publica en un diario tucumano el artículo titulado “África y América. Discursos populares,” estudio que catorce años más tarde, en 1939 reeditaría en su obra Temas de Ética y Literatura.
En el mencionado trabajo el historiador tucumano informa sobre el lanzamiento de una colección titulada Musas lejanas. Libro de mitos, cuentos y leyendas de pueblos apartados y antiguos, editado por la Revista de Occidente dirigida por don José Ortega y Gasset.
En ella señala que la primera de estas obras pertenecía a Leo Frobenius, el eminente etnólogo alemán nacido en Berlín en 1873, un apasionado investigador del mundo africano, quien en El Decamerón Negro recopila cuentos y leyendas caracterizados por la astucia, delicadeza y humor propios del pueblo de Sahel.
El interés de Borda era señalar que:
“leyendo estos cuentos, estas fábulas me he dado con algo curioso que quiero hacer notar. Y es que en algunos de ellos he tropezado con incidentes, con pasajes iguales, por no decir idénticos, a otros que andan en cuentos y fábulas de nuestra tierra. Y unos están en la fábula Somba burla al rey.
Tales incidentes son dos: a) el primero cuando Somba, el conejo para salvarse de Uegonaba, el león le miente a esta sobre la inminencia de un terrible huracán que haría volar hasta los elefantes, por lo cual le ruega que lo ate. El león atemorizado pide ser atado primero, a lo que por supuesto, el conejo accede gustoso para luego marcharse, b) el segundo, cuando el león ya libertado hace perseguir a Somba con sus perros. Estos los alcanzan. Muerden uno de sus pies y el conejo riéndose le dice: -¿Muerdes un trozo de madera, teniendo al lado mi pie?
El perro deja la pata y muerde una rama.
Ante esto, Borda se pregunta no sin sorpresa: “¿No son estos los mismos pasajes conocidos sobre el Zorro y el Tigre de una de nuestras fábulas populares del Norte?”
Así mismo el nuestro estudioso historiador señala el evidente parentesco entre Somba burla al rey y los cuentos, Un bastardo y Macho alazán y tuerto del libro Cuesta arriba de Fausto Burgo.
Por mi parte he recuperado del libro para niños De Nuestra Tierra de Tránsito Cañete de Rivas Jordán, editado en los talleres de la Cárcel de Tucumán en 1938, otra límpida versión de Somba burla al rey en El Quirquincho y el Tigre.
En la versión Africana leemos:
“Pero cuando estaba ya muy cerca del bosque salvador, llegó el perro viejo y en el momento en que iba a saltar a la arboleda, el perro lo cogió por la pata trasera. Pero Somba se echó a reír y dijo ¡Muerdes un trozo de madera teniendo al lado mi pie? Entonces el perro soltó el pie y mordió una rama. Somba desapareció riéndose en la arboleda”.
Veamos ahora la versión recogida en Tucumán por doña Tránsito Cañete:
“Pero por muy rápida que fuera su fuga, el tigre lo alcanzó, aferrándolo por la cola y tirando con fuerza hacia afuera de la cueva.
El quirquincho a su vez, hundió sus poderosas uñas en la tierra y, soltando una carcajada dijo al tigre:
_Diga amigo, ¿qué va a hacer con esa raíz?
_ ¿Qué raíz?
_ Esa que tiene en las manos, pues. Si al menos fuese mi cola…
El tigre avergonzado por lo que creyó su equivocación soltó la cola del quirquincho y murmurando una serie de amenazas contra aquel se volvió al monte”.
Tanto el conejo Somba como el pícaro Quirquincho utilizan el mismo ardid para salvarse. Reiterándose una vez más el mítico motivo del triunfo de la astucia sobre la fuerza.
Va de suyo que la infancia de nuestros antepasados estuvo regada por historias provenientes de la cultura africana Por otro lado no es ningún secreto la pasión del hombre negro por contar historias.
Señalan Augusta Baker y Ellin Greene en La narración de cuentos vigencia y significado, que en África existían narradores residentes y narradores itinerantes. El primero formaba parte de la corte de un gran señor y su principal responsabilidad era mantener vivas las hazañas de su señor. En cuanto al narrador itinerante, iba de aldea en aldea con cuentos, anécdotas, fábulas convirtiéndose así en recopilador de la tradición oral.
Las adhesiones no cambiaron. Al llegar a estas tierras los hombres de color narraban sus historias plenas de humor y astucia tanto para ellos como para sus amitos blancos.
Así lo hicieron junto a los fogones domésticos, bajo los parrales, en siestas solariegas, como en noches perfumadas por exuberantes enredaderas.
¿Acaso no fueron nodrizas negras las que poblaron de sueños alados la infancia de nuestros antepasados?
Es válido inferir que la reiteración de historias como la de Somba burla al rey” espejada en El Quirquincho y el Tigre está marcadas por mecanismos de intensa proyección liberadora e inscriptos en estos pobres seres diseminados en América por europeos sin alma.
El poder desgranar narraciones en las que triunfan siempre, no el dominar sino el dominado; no la fuerza, sino la astucia; no la estupidez sino la inteligencia son mojones de esperanza como afirmación de identidad. No es casual por cierto que un pueblo tan castigado por la esclavitud inscriba en su literatura historias en los que vence la astucia a la fuerza.
Frente a lo señalado nos salen al paso los siguientes interrogantes ¿Ejercieron influencia en la mente de los que llevaron a cabo nuestra gesta libertadora estas narraciones?
¿No estaban integrados por numerosos hombres negros los ejércitos comandadas por Güemes, Paz, Lavalle, Belgrano y San Martín?
¿Quiénes fueron los verdaderos cerebros en las llamadas guerra de zapa? ¿Qué proporción de confluencia africana ostenta la mentada astucia criolla?
¿Cuánto hay de todos estos ingredientes en Los Casos del Zorro?
Afirma Raúl Cortázar,“El pueblo elabora su típica cultura con el lento ritmo de siglos, y desde luego, sobrevive aquello que destaca sus rasgos a despecho del tiempo y de las latitudes.”
Los modos de transmisión de sus elementos no son la escritura y libro sino la palabra y el ejemplo. Hay en esto como una selección natural. Sólo se acepta y subsiste aquello que tiene un papel. Una función en la vida colectiva.
Y en este acontecer el resultado es lo que se siembra. Nuestro Norte sabe mucho de esto, y su literatura infantil también.
Es consecuencia, es importante que en nuestros días, cuando los pueblos de África empiezan a surgir de una opresión secular para ocupar un puesto en el concierto de las naciones independientes, el contacto con ese incalculable tesoro artístico que palpita en las leyendas y tradiciones africanas, alcancen difusión hermanada desde las palabras ensoñadas para la infancia.
[1] Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Editorial Crítica. 2006
[2] Temas de Ética y Literatura. Editor: Imprenta López. Tucumán. 1939
Excelente publicación. Interesante análisis. .¡Gracias Dra.Honora de Nader!!
gracias Baby.