Diego Maradona in memoriam
Cada cual perpetúa de una persona lo que elige recordar por alguna razón. Para mí, el paso por la vida de alguien debe simbolizar recuerdos de los buenos y desde ahí perpetuar el impacto de su memoria.
No son, pues, meras cortesías. Yo quisiera saber mucho de fútbol para considerarlo desde lo técnico, con capacidad y autoridad sobre un gran futbolista; no es este el caso, lo hago entonces, desde lo que pude captar a partir los planos en los que me conduzco, y recorro sus senderos con asombro y respeto, más allá de si estoy en concordancia o no, o si son hechos a mi parecer, “políticamente correctos”.
Jamás olvidó cuáles eran sus orígenes. Era de Villa Fiorito y no cursó sus estudios ni en la Escuela Escocesa de St Andrew ni en el bilingüe Cardenal Newman. Se hizo millonario gracias a su talento, su idoneidad, su pasión, y a la eventualidad que tutela la fortuna de todo destino humano, pero no perdió nunca su conciencia de clase y no renegaba de esos orígenes humildes, no disipó sus memorias de barrio.
El afirmaba que era amigo de Fidel, y Fidel no lo negaba, si tenían de verdad, amistad, no lo sabremos.
Tenía al “Ché” Guevara tatuado en su pecho… si, en su pecho, donde se suele llevar lo más sagrado, y se sintió muy feliz codeándose con el comandante Chávez en Venezuela.
Era un fanático de Néstor, no dudaba en elogiarlo donde fuera; Lula estaba entre sus más admirados y queridos y decía que estaba “enamorado” de Cristina.
Públicamente se declaraba enemigo de Estados Unidos, detestaba la maquinaria de poder que el imperio norteamericano representaba en su subjetividad, y por eso, y en ese mismo sentido, aborrecía los poderes de la FIFA, en un conjunto de representaciones que le simbolizaban la manipulación, la discriminación o el abuso del poder.
El cantó abiertamente, en 2017, el llamado “Hit del verano”, ¿Recuerdan? (MM la p… que te..) y fue uno de los primeros en apoyar a Alberto.
Yo recuerdo especialmente que humilló a la British Commonwealth en la cancha, cuando no se pudo en la batalla, ni en el suelo argentino que amaba y reverenciaba.
Inspiraba a los artistas, y Manu Chao con “La vida tómbola”; Los Ratones Paranoicos con “Para siempre Diego”; Los Piojos con “Maradó”; Las Pastillas del Abuelo con “Qué es Dios”; Mano Negra con “Santa Maradona”; Andrés Calamaro con “Maradona”; Los Cafres con “Capitán Pelusa”; Trueno con “Sangría”; el inefable Charly García con su “Maradona Blues”; La Guardia Hereje con «Para verte gambetear«; y por supuesto, la más emblemática, la de Rodrigo, “La mano de Dios”; “Y todo el pueblo cantó…Maradó, Maradó…” ¿quién no la cantaba?
Hizo feliz a la gente en muchas ocasiones, y eso tenía que ver con él y con la gente; todo lo demás era de su privacidad, y el que es capaz de hacer feliz a tantos, con poco o mucho, a un pueblo ardiente como el nuestro, cumple un acto épico, heroico, memorable, y reclama un notable derecho a inmortalidad.
Luego, Maradona, es inmortal.