Domingo Faustino Sarmiento como lector
Marcelo Bianchi Bustos
Dr. en Literatura Comparada y Especialista en literatura infantil.
Vicepresidente de la Academia de Literatura Infantil y juvenil y Director del Dpto. de Literatura Infantil del ILCH
Que otros se jacten por las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído
Jorge Luis Borges

Las palabras del escritor argentino Jorge Luis Borges sirven para introducirnos en una faceta distinta de Domingo Faustino Sarmiento: la de lector. Su obra como estadista y escritor – autor de Vida de Facundo Quiroga o Civilización y barbarie, Dominguito, Recuerdos de Provincia, etc. – es conocida pero su otra faceta, la de lector no. Es interesante pensarlo desde esta perspectiva pues una persona es la suma de lo que lee y más tratándose del gran educador y pedagogo del siglo XIX de América. Ese ámbito de lo personal, de lo privado en el mundo de la lectura es sumamente importante pues tiene que ver con su construcción como lector y con la indagación y el buceo en autores, libros, temas y aspectos que le han interesado a lo largo de su vida.

Si bien no se trata de un texto literario, una de las primeras lecturas de Sarmiento fue la GRAMATICA CASTELLANA de ANTONIO NEBRIJA. Este libro escrito por ese gran humanista español fue publicado en 1492 y eran en la época de nuestro presidente de lectura obligatoria. Recuerda a sus quince años de edad que recorría con su libro los bosques de San Luis pero que su imaginación no paraba de volar. Contrariando a Bourdieu (1993) para quien las lecturas obligatorias de la escuela muchas veces destruyen la necesidad de una lectura en la que el libro es depositario de mágicos secretos de la vida en general; en el caso de Sarmiento sirvió pues ese mundo rígido formando por construcciones gramaticales que estaban en el libro que él leía de forma obligatoria lo hicieron pensar en la existencia de un libro que tuviera en su interior todo lo que se imaginaba. Con su imaginación pensaba que tendría que existir algún libro que tuviera distintas conocimientos pero que no necesitara de la mediación del maestro sino que solo el niño con el libro pudiera disfrutarlo y aprehenderlo. Adelantándonos en el tiempo podemos ver que fue fiel a esas ideas de su juventud cuando llegó a la madurez pues en una memoria leída en la Facultad de Humanidades el 17 de octubre de 1843 dijo: “Todo debe tender a que el niño se aficione a la lectura. Así puede con su sólo esfuerzo adquirir una gran instrucción, que decida su suerte futura” (Sarmiento, 1899: 22).
Su idea del esfuerzo la llevó a la práctica y a propuestas concretas donde se plasmaban sus ideales en torno a la cultura del libro.
Pero volviendo al Sarmiento lector, de esa él supo construir un espacio privado, íntimo de lecturas con un primer libro que le respondió esos interrogantes. Se trataba de los libros de un editor de Londres llamado RUDOLPH ACKERMANN que formaban parte de una colección llamada CATECISMOS. Gracias a ellos el sanjuanino vio plasmarse lo que siempre había anhelado. Estos eran impresos muy baratos de aproximadamente unas doscientas páginas en formato pequeño que desarrollaban temas concretos con un sistema de preguntas y respuestas que estaba pensado para el aprendizaje autónomo. De esa forma tuvo acceso a grandes temas de la cultura universal y ante sus ojos aparecieron las pirámides de Egipto, Epaminondas, Persia, el río Nilo, etc. para este niño joven esas lecturas comenzaron a ser centrales en su vida y cada vez que podía, en medio de su trabajo de despachante de pan, leía los libros una y otra vez.
A este Sarmiento en formación que luego será ese gran intelectual de nuestra América Latina le sucede con las lecturas algo similar que a Walter Benjamín (1988), quien alguna vez escribió:
“Para leer me tapaba las oreja… los países lejanos que encontraba en esas aventuras jugaban familiarmente entre sí como copos de nieve. Y como la lejanía que, cuando está nevando, conduce nuestros pensamientos no hacia un horizonte más ancho sino al interior de nosotros mismos, Babilonia y Bagdad, San Juan de Acre y Alaska, se encontraban en el interior de mí mismo”.
Especialistas como la antropóloga francesa Michele Petit (2001) ven a la lectura como una apertura hacia el otro, hacia una serie de intercambios que solo son posibles en ese encuentro que tienen que ver con la lectura como una práctica social. En el caso de Sarmiento esto fue posible pues tuvo un importante espacio de intercambio cuando leía con su tío, el presbítero Juan Pascual Albarracín todos los días LA BIBLIA, discutiendo con él su contenido durante un año.
Todas estas lecturas comienzan a formar a Sarmiento como un lector que leía todo cuanto llegaba a sus manos. Según él señala otro de los grandes hallazgos fueron las biografías de grandes hombres y mujeres que le permitieron conocerlos y admirarlos. De esa gran cantidad de lecturas hay una que se destaca particularmente que fue la biografía de Benjamín Franklin. En esa experiencia lectora, este joven lector se identificó con el personaje y se sentía Franklin pues lo unía a él la pobreza y el amor por el estudio.

Cada una de estas lecturas formó al Sarmiento que todos conocemos. En su biblioteca mental estaban esos grandes héroes de la antigüedad pero también Enrique IV, Mme. Rolland, el Génesis, el Apocalipsis, la obra de Nebrija, entre otras tantas lecturas. Seguramente Domingo Faustino Sarmiento también estuvo orgulloso, al igual que el Borges del epígrafe, de todo lo que leyó durante su vida.
Referencias:
Benjamin, Walter (1988) Enfance berlinoise. París: Maurice Nadeau.
Borurdieu, Pierre y Chartier, Roger (1993) La lectura, una pratique cuturelle en: Pratiques de la lectura. Paris: Petite Bibliotheque Payot.
Petit, Michele (2001) Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. México: Fondo de Cultura Económica. Sarmiento, Domingo F. (1899) Obras completas. Buenos Aires: Editor Augusto.