Domingo Faustino Sarmiento: su visión renovadora sobre la infancia y los textos para niños
Domingo Faustino Sarmiento: Edición Homenaje a 110 Años de su Nacimiento

Visión renovadora
Domingo Faustino Sarmiento tanto desde la Historia de la Educación, como desde la Historia de la literatura infantil y juvenil argentina se destaca como notable pionero en la disciplina. Frente a la multiplicidad de funciones que engarzaron su vida como periodista, militar, escritor, diplomático, dependiente de comercio, presidente de la República, editor desde todas convergió inevitablemente con la del educador, es así como su acción está centrada en dos ejes: su visión renovadora sobre la infancia y sobre los textos para niños.
Es oportuno recordar que hacia 1842, en ocasión de presentarle al Ministro de Instrucción Pública de Chile don Manuel Montt su Análisis de las Cartillas, Silabarios y otros Métodos de lectura, en la página inicial del informe a la que titula Advertencia señala:
La instrucción primaria es la medida de la civilización de un pueblo. Donde es incompleta, donde yace abandonada, y al alcance de un corto número hay un pueblo semi-bárvaro (sic), sin luces, sin costumbre, sin industria, sin progresos. Lo contrario sucede donde la instrucción primaria llama la atención de todos, y se hace un interés de primer orden, no sólo para el Gobierno que la establece, reglamenta y dirige, sino para cada padre de familia que vigila el adelanto de sus hijos, y mira la escuela de su departamento, o de su parroquia como una propiedad suya, en cuya buena conservación […][1]

Desde tal acción primordial concebía su proyecto de Nación. Su proyecto de sociedad. Noble tarea iniciada en su juventud. Así es como siempre sus realizaciones hablan de un tema que no sólo ha sido objeto de su pensamiento, sino también de un pacto vital en la que la especificidad de la infancia y la función de la literatura infantil espejan no meras aproximaciones sino hondas huellas. A lo largo de su dilatada vida y de su prolífica escritura no dejó de reiterar lo que había sostenido en Chile en su calidad de Director de la Escuela Normal cuando contaba apenas treinta años: “Todo debe tender a que el niño se aficione a la lectura.”[2]
Curiosamente, la crítica no le ha dedicado atención a su preocupación y lucidez analítica respecto de la Literatura infantil pese a ser un tema reiteradamente abordado tanto en sus escritos como en sus concreciones culturales. Y si bien ha sido ampliamente reconocido por son su talento creador, por su compromiso ideológico con la instrucción pública, por su originalidad interpretativa, por su búsqueda de expresión a través de la antinomia civilización o barbarie, estudiosos, investigadores, epígonos y lectores pasaron por alto su conceptualización respecto a la especificidad de la infancia. Una visión alejada de la de un homúnculo sino rubricada desde perfiles renovadores tal como la espeja en toda su obra. Lo vemos en Ideas Pedagógicas[3] y Recuerdos de Provincia,[4]
La Infancia en Ideas Pedagógicas
¿Cuál es la visión de Sarmiento sobre la infancia? ¿Cuáles son los estatutos que le confiere a la edad primera? ¿Ofrece su conceptualización aspectos renovadores respecto a la niñez?
Las respuestas a los interrogantes previos emanan de sus múltiples acciones entramadas en el vigoroso eje conceptual respecto a lo que es un niño. Sus concepciones trascienden lo histórico. Domingo Faustino L ve en la infancia la sangre que entreteje futuros a partir de palabras, sueños y juegos. No en vano como visionario y hombre de acción que fue encaminó su vida en pos de posibilitar el acceso del niño a la lectura. La genialidad de El soñador, como lo llamó Borges, advirtió con profundidad de profeta la función de libro infantil en la grandeza de los pueblos.
En un Principio, la Pedagogía.
Ya ha sido señalado que los libros para la infancia fueron inicialmente textos escolares destinados al aprendizaje de la lectura, la transmisión de contenidos religiosos y morales, tales como las cartillas, los catones, los abecedarios, los carteles, la vida de santos, las máximas morales. Todo muy espinoso para los pequeños. El caso es que debieron pasar muchas décadas para registrar los cambios,[5]

Por cierto que hubo excepciones. Entre ellas recordamos al pedagogo Marco Fabio a Quintiliano quien recomendaba que antes de enseñar a los niños el nombre de las letras se los debía ejercitar en el conocimiento de sus formas utilizando signos movibles y estilizaciones de figuras de animales que recordaran la forma de las grafías con figuras especiales para identificarlas mejor: la oreja del asno para la І, la anguila para la α,un sable para la δ[6]. Así mismo que en el teatro de Dionisios en Atenas durante la segunda mitad del siglo V a. C. se escenificaba el alfabeto jónico[7]. Que Catón, el Censor (238-149 a. C.) escribió para su hijo una Historia de Roma en gruesos caracteres con el objeto de hacer más clara la lectura.[8] Que Honorius d’Autun en Elucidarium (1580), propone el método del diálogo entre el maestro y el alumno a fin de intentar aliviar las lecciones. Que Comenius con su Orbis sensualium pictus, produce una revolución pedagógica. Y que… hacia los primeros días de enero de 1841 a poco de establecerse en Santiago de Chile, Domingo Faustino Sarmiento tras advertir el estado “deplorable”[9] en el que se encontraba la enseñanza de la lectura y consciente de una necesidad de cambio inicia la tarea reformista a partir de dos principios: a) el difícil trabajo intelectual que ya de por sí exige el aprendizaje de la lectura, y b) la necesidad de atender los intereses de la infancia para que los objetivos de la enseñanza de la lectura no naufraguen.
Hacer grato el aprendizaje de la lectura
Con el propósito de hacer menos arduo el aprendizaje de la lectura, Sarmiento eleva al Ministerio de Instrucción Pública del país hermano, un estudio caratulado Análisis de las cartillas y silabarios i otros métodos de lectura conocidos i practicados en Chile en el que pone de manifiesto la insuficiencia de la vieja cartilla. En el citado trabajo, rechaza con severidad un Curso de Lectura arreglado para el uso de las escuelas lancasterianas de Buenos Aires. Así mismo expone que el método práctico de Naharro no es adecuado para la enseñanza rudimentaria de la lectura, critica la obra de Bonifaz y en el informe refleja sus ideas acerca de lo que debe ser un libro de lectura: “No hay cosa más absurda ni más fatal en sus consecuencias que poner en manos de los niños el primer libro que se encuentra o ciertos tratados que se aplican generalmente al uso de las escuelas, por tener, como dicen los que los recomiendan, la ventaja de ser muy instructivos y muy morales.[10]
Luego agrega: ¿Quién es aquél que ha aprendido a leer por los métodos conocidos de lectura que no recuerde la aversión a los libros y a la lectura que ha sentido cuando niño?[11]

En dicho estudio, plasma también sus ideas sobre el valor de los cuentos antes que el didactismo. No acepta los libritos con refranes, proverbios, normas como el de Martínez de la Rosa. Prefiere los cuentos sencillos, en el propio lenguaje infantil, como los de la escritora inglesa María Edgeworth.[12]
He aquí, que el mencionado trabajo se inscribe como la primera obra publicada por Sarmiento en Chile y así mismo marca la etapa inicial de notables reformas escolares. En Análisis de las cartillas y silabarios i otros métodos de lectura conocidos i prácticados en Chile señala su visión renovadora de la infancia. “un niño es todo memoria e imitación”;[13] “los niños tienden a aprender por la memoria, la imitación y la analogía”.[14] Y pluraliza su enfoque al decir :” Para el niño no hay más deber que ir a la escuela, más placeres que jugar ni más reconocimiento que el instinto de amar a los que lo aman. Todo lo demás está muerto para él; el mundo no existe sino a condición de poder correr sobre la tierra, comer frutas y hallar materiales para fabricarse sus entretenimientos.”[15]
Distinción taxativa “ Debo decir que tenemos en castellano muy pocos libros útiles para los niños, y los rarísimos que he visto traducidos son demasiado caros y poco conocidos para hacerse populares.[16]Para fundamentar el enunciado previo denuesta a El Mentor de los Niños, obra muy difundida hacia aquellos años. dado que la mencionada publicación mezclaba “una multitud de consejos para las madres, los padres y los maestros”[17] “con narraciones para la infancia”. La unión de los destinatarios -señalaba Sarmiento- ponía en evidencia que tanto los editores como los autores no tenían claro qué era un niño. Es decir que desconocían el perfil psicológico del sujeto receptor pretendido por la publicación. Con idéntica posición se refiere a El almacén de los niños, El amigo de los niños y a otras producciones que él considera inadecuadas para la infancia.
Mayor sorpresa ofrece su distinción taxativa entre texto didáctico y literatura infantil: Porque crea aversiones fatales contra una lectura que no comprenden y que no les interesa, ya que vicia su razón y fatiga su espíritu, cerrándoles para siempre el gusto por la lectura.[18]
Su Análisis de las cartillas y silabarios i otros métodos de lectura conocidos i practicados en Chile, según ya lo señaláramos es el primer paso de la gran revolución respecto al tema. Este gran antecedente habría luego de potenciarse en su Método de lectura gradual editado por el gobierno chileno en Boston. Ciento cincuenta mil ejemplares con láminas y fuerte empastadura fue el tiraje de la primera edición.
En Método de lectura gradual converge hacia la infancia al exponer sus ideas acerca de los contenidos que debe tener un libro de lectura. Destaca en primer lugar que los textos tienen que ser formulados en relación a la realidad natal, a la americana, y luego señala la importancia de brindarles cuentos sencillos. Acordes al lenguaje infantil.
Rubrica su coherencia entre el decir y el hacer cuando incluye en el mencionado libro una versión del cuento tradicional “ La danza irresistible”. En cuanto al tema de los objetos encantados es pertinente recordar que ya ha sido vastamente estudiado por Vladimir Propp[19] y quizás la expresión más universalizada sea el cuento “Las zapatillas rojas” de Hans Christian Andersen, llevada al cine y a la danza.
Otros aspectos relevantes de la obra emergen del cuento “Unos niños traviesos”, -impreso en la edición original en los diversos tipos de letra comercial inglesa y gótica- en el que incorpora regionalismos tales como tenca, que en Argentina y Chile se usa para designar a la alondra y que en su acepción castellana alude a un pez de agua dulce, y también, el uso del término llapa, proveniente del quechua, una actitud lingüística que manifiesta su convicción de que la literatura infantil juvenil también debe responder a una realidad regional.
Ya en su artículo sobre el Mentor de los niños había señalado que “dicha prensa ha comprendido bien su objeto tomando asuntos americanos y de diaria ocurrencia entre nuestros niños”.[20]
Humor en textos escolares
Asimismo, Sarmiento converge hacia la infancia reconociéndole derecho al humor, al disparate, al mundo al revés. En Método de lectura gradual inscribemini-cuentos humorísticos, presencia sin precedentes en un texto escolar. Los encontramos brindando solaz tanto a los niños como a los adultos bajo el despojado título de “Lectura”,
Sabido es que los cuentos de por sí, dado el prodigio que brindan, registran en la edad primera amplia aceptación, y perpetúan su magia si se les suma el humor: “-Escucha, Juan, dijo una amo a su sirviente: si viene alguien a buscarme, di que no estoi en cas Muy bien” contestó el palurdo; pero si no viene, qé le digo?[21] Otros ejemplos:
“-Se hablaba una vez del célebre navegante Cook (cuc), de sus tres viajes en derredor del mundo, y de su fin trájico asesinado en la isla de Owaihi (oguaji). Un petimetre qe estaba presente, preguntó: ¿En cuál de los viajes lo mataron, en el segundo o en el tercero?”
“-Pedía limosna un mudo sentado en el atrio de un templo. ¿Qué enfermedad padeces? le preguntó uno de los transeúntes. ¡Ah, señor! le respondió, soi mudo de nacimiento.”
“-Abiendo ido un hombre a un amigo suyo y no sabiendo cómo entablar la conversación, le preguntó: Señor, ¿cómo lo pasa su difunta madre?[22]

Refiriéndose al humor en Sarmiento Raimundo Lida, ha señalado:“Todo construir o atacar, toda deliberación a fondo, todo pensar inteligente suele ir, para Sarmiento, unido a unos relámpagos de humor, a un sonreír, como él mismo dice: “Cuando la inteligencia sonríe –escribe Sarmiento en 1878, a propósito de Eduardo Wilde– hay gloria en las alturas y paz en la tierra para los hombres” (“Dios es el creador de la buena risa”, había dicho, muchos siglos antes, Filón de Alejandría)”[23]
Indudablemente, para Sarmiento, la presencia del humor en los textos escolares activa intereses, brinda sonrisas e invita a leer.
Traductor
Sarmiento trabajó también para la infancia como traductor de textos escolares. En este campo su tarea es vasta. Citaremos los textos que consideramos más relevantes sin entrar en el análisis de los mismos.
En primer término espigamos Vida de Nuestro Señor Jesucristo de von Cristoph Schmidt, libro que se empleaba en las escuelas católicas de la Alemania del siglo XIX. La obra inscribe cincuenta capítulos e incluye los principales episodios contenidos en los Evangelios. Los relatos se acercan mucho a los “había una vez”. En la traducción que nos ocupa, realizada por Ercilla en Santiago de Chile en 1937[24],se anota: “La tradujo y divulgó con su nombre el ilustre pedagogo como la mejor simiente de la paz social.” La obra incluye informaciones que el traductor ha creído oportuno agregar: la Nota aprobatoria de las autoridades eclesiásticas de la Universidad de Chile y del Consejo de Educación de Argentina, ilustraciones y una descripción geográfica de Palestina con los nombres y divisiones que en los tiempos de Jesucristo tenía, más algunos datos históricos previos bajo el título de “El pueblo de Israel y Tierra Santa [25]”
Es lícito inferir que la traducción de Sarmiento centrada en la obra de Schmit, se da no sólo por la ya señalada carencia de libros escolares en Argentina sino también por la notable influencia de su tío Juan Pascual Albarracín con quien el joven Dominguito, “durante más de un año, día a día, leyera la Biblia durante dos horas, desde el Génesis al Apocalipsis”.[26] . Por otra parte, queda también por decir lo que no es ningún secreto que Sarmiento a lo largo de su vida y de sus escritos ha demostrado una notable adhesión a la Historia. De lo que se deduce por qué nuestro “soñador” le haya encomendado a Juan María Gutiérrez el traducir la Vida de Franklin del escritor francés M. Mignet, tras haber señalado: No quiero perder la ocasión de insistir en la necesidad de hacer imprimir libritos inútiles para los hombres adultos, pero que para los niños tengan el atractivo de estar a su alcance.[27]
La conciencia de un niño es otra de sus traducciones. El tratado intenta despertar en el corazón de los pequeños las primeras nociones sobre el conocimiento de Dios y los deberes del hombre y, además, según el propio Sarmiento reúne los elementos esenciales sobre los deberes de los niños con respecto a los padres.[28] La edición ofrece letras grandes, accesibles . Es el primer libro que se imprimió en Chile para escolares. No menos relevantes es su transcripción del libro en Por qué o La Física popularizada del francés M. Levi Álvarez un texto que ya había sido ya traducido al ruso, al alemán y al inglés. Según lo anticipa su título, se trata de un compendio de respuestas a algunos fenómenos naturales. Sabido es que los interrogantes en la edad primera son una de las características inherentes de los años iniciales, aunque tales preocupaciones, nos acompañen siempre: Feliz aquél que puede conocer la razón de las cosas. ¿Por qué? Es el primer síntoma de razón que se despierta en el niño; ¿por qué? es el último adiós que el anciano dirige desde el borde de la tumba a este universo del que va a separarse.[29]
Sumamos a nuestro registro de las obras traducidas por Sarmiento para los niños: Manual de la historia de los pueblos editado en 1849. Se trata también de una obra de M. Levi Álvarez que contiene en germen los desarrollos ulteriores de la Historia. En la primera parte aborda la fundación de los pueblos, en la segunda sobre sus fundadores, en la tercera sobre la periodización de la Historia, y en la cuarta, compara un pueblo y otro.
Preceden a la traducción del libro destinado a favorecer la enseñanza de la historia en las escuelas de Chile las siguiente reflexiones: No ha mucho tiempo que en Chile se ha prestado atención a los estudios históricos, los que no formaban parte antes del programa de la enseñanza universitaria, como si la verdadera naturaleza del hombre y de las sociedades pudiese estudiarse en otro terreno que en el de la historia, cuyo conocimiento encierra todos nuestros propios antecedentes.[30]
Respecto a los orígenes de la historia de la literatura infantil escrita en relación con el texto pedagógico nos asiste Paul Hazard: Se pensó que la infancia podía apetecer otras lecturas, otras obras, fuera de los catecismos y gramáticas. ¿Qué revolucionario advirtió la existencia de los pequeños y se atrevió a consagrarla?[31]
Nueva ciencia
Indudablemente entre esos revolucionarios que advirtieron los intereses del mundo de la infancia está Sarmiento. Su disposición se manifiesta, cuando lee con criterios abarcadores, obras hoy consagradas. Prueba evidente de su preocupación y dedicación son sus comentarios sobre los libros de Madame d’ Avinoy, Mademoiselle Lheritier, Mademoiselle Benar, Madame Leprince de Beaumont, – particularmente por su cuento La bella y la bestia- , de Madame de Renneville por El amigo de los niños y por los de la escritora escocesa Miss Edgeworth, fundadora de escuelas y bibliotecas infantiles, amiga admirada de Walter Scott, y autora de Cuentos a mi hijito y a mi hijita y de Tempranas lecciones. Respecto a las mencionadas obras de Mis Edgeworth, señaló que “acaso la autora fuera el primer escritor que ha bosquejado la nueva ciencia para escribir para niños”[32]. Va de suyo que en su enunciación de “nueva ciencia”, diferenciaba el texto escolar del texto literario. Lo expresa rotundamente: Lo absurdo y fatal, en consecuencia, es poner en manos de los niños el primer libro que se encuentra por tener, como dicen los que lo recomiendan, la ventaja de ser muy instructivos y morales.[33]
Su ligazón con esta” nueva ciencia” lo llevó a expresar: Pero yo quisiera tuviesen la paciencia de analizar palabra por palabra un período de tales libros morales y estudiando la pequeñísima parte del idioma que comprenden los niños, se convenciesen de la petulancia y la falta de reflexión que hay en pretender anticipar un alimento que los órganos digestivos de la mente no admiten todavía.[34]
Perdón por habernos extendido en la cita, pero la consideramos axial. ¿Acaso se la puede desconocer a la hora de acercar un libro al niño?
Por cierto que tal criterio hoy, es casi lugar común entre los que trabajan en la conquista del niño lector pero la visión precedente registra más de un siglo y medio.
Domingo Faustino atiende también a la infancia como creador de bibliotecas. Que llegasen los libros a la infancia no se le olvidó nunca y menos aún cuando como presidente de la Nación decide la distribución de textos en todas las escuelas del país con el propósito de formar bibliotecas escolares. Relevante acción refrendada por decreto del 30 de noviembre de 1872.[35]
Paul Groussac en El viaje intelectual da cuenta mediante una sentida anécdota del gran servicio que prestaron las bibliotecas creadas por Sarmiento: En una escuela de Jujuy se me fueron los ojos tras una edición de Platón que no he vuelto a hallar en el país, y fue un poco más arriba de Abra Pampa cerca de Yavi, donde por cuatro chirolas bolivianas adquirí en el mismo rancho un excelente cordero mamón y un tomo descalabrado del teatro completo de Dumas hijo.[36]
Si bien la cita no se relaciona con los libros para la infancia, interesa poner de relieve la indiscutida acción del autor de Facundo en torno a la lectura.
La biblioteca que guardaba el libro que llamó la atención de Groussac, pertenecía sin duda a una de las bibliotecas que promovió Sarmiento. Se puede disentir sobre diversas acciones o pensamientos sarmientinos pero su rol protagónico en relación a la literatura infantil argentina no admite discusión.
Sarmiento y el Primer Libro de Cuentos en Argentina
Hacia el año 1883 la Imprenta de la República edita en Buenos Aires el libro Cuentos de Eduarda Mansilla de García. Hecho trascendente por tratarse del primer libro para niños en la historia de la literatura infantil Argentina. Y más aún porque que lo prologa Sarmiento quien entre otras cosas señala:
El enfoque es relevante (porque) se les habla a los niños de cosas que ni Andersen, ni Dumas conoce.
En su novela Una Mujer de Fin Siglo de María Rosa Lojo ficcionaliza tal realidad histórica: -¿Qué estás haciendo, Eduardita? Ya sé que el Señor Sarmiento les ha dado la bendición a tus Cuentos para niños.[37]
Recuerdos de Provincia. Proyección autobiográfica de la infancia
Enrique Anderson Imbert en ocasión de cumplirse el centenario de la muerte del autor del Facundo, afirmaba: De Sarmiento sabemos, ante todo, lo que él mismo nos ha contado. Sus escritos, siendo siempre actos políticos, tienen un peculiar tono autobiográfico y en el modo con que nos cuenta su vida, está la clave de su obra.[38]
En Recuerdos de Provincia la conceptualización sarmientina de infancia se da a través de la evocación de la suya. Sabido es que de los labios de quienes reflejan los primeros años de vida, brotan las páginas luminosas u oscuras necesarias para escribir la historia de la infancia. Consecuentemente, dichas palabras, al poner al descubierto los vínculos socioculturales, al difundir y confirmar discursos imaginarios, al mirarse y mirar el mundo, alcanzan el grado más significativo de identidad personal y social. La identidad de un escritor se manifiesta con evidencia desde el momento en que en calidad de tal, vuelve a su infancia. Se define por oposición o identificación. Se compara. Se asume. Se totaliza y puede reproducir los tópicos de su propio origen.
Dice al respecto Fryda Schultz de Mantovani: Los más grandes renovadores en psicología y pedagogía no fueron sino aquellos que tuvieron por la infancia más que un interés científico de investigación y reforma, un amoroso impulso de contemplarla. Como hace el artista recreando su propia alma en la belleza de ese mundo, quizá para sustraerle su condición de efímero.[39]
Nada de lo humano puede originarse en el vacío. Nada de lo terrenal carece de punto de partida. Menos aún la visión del escritor que, como tal, posee una doble mirada : la que parte de sí para observar lo que lo rodea en el mundo, y esa otra profunda que lo adentra en su propio yo a través de su vida, cuyo punto de partida insoslayable es la infancia. Y en ella el valor trascendente e imperecedero que la enmarca. Cuando Sarmiento en Recuerdos de Provincia se pregunta cómo se forman las ideas, la respuesta que se da es la siguiente: Yo creo que en el espíritu de los que estudian, sucede como en las inundaciones de los ríos: que las aguas al pasar, depositan poco a poco las partículas sólidas que tienen en disolución y fertilizan el terreno.[40]
Indudablemente nuestro autor alude al legado cultural que le brindaron sus lecturas.
¿Se refería también a sus lecturas primeras?
Evidentemente., si . En las páginas de Recuerdos de Provincia hay de algún modo una relación especial entre la metafísica y el estado de infancia. Entre la influencia que tiene el medio socio-cultural y la niñez. El niño, según Sarmiento, –hoy resulta innecesario decirlo– valora la invención diaria del juego en consonancia con su visión de la realidad. De allí que sorprenda que hacia la segunda mitad del siglo XIX, nuestro autor ya sabía y muy bien que el juego es la realidad para el mundo infantil. Que no puede ignorarse además que la infancia necesita el alimento de la imaginación y que la lectura con ingredientes ficcionales es el pathos cuajado de objetos mágicos. Sigmund Freud, señala que las impresiones infantiles dejan en la creación artística huellas profundas.
Indagaremos en torno a esas impresiones.
Atendiendo a su discurso autobiográfico lo primero que se destaca es su fuerte relación con el libro desde la infancia. Relación que no es como generalmente se cree a través de la figura de su madre, sino de la de su padre. Mi pobre padre ignorante pero solícito de que sus hijos no lo fuesen aguijoneaba en casa esta sed naciente de educación, […] Debí pues a mi padre, la afición a la lectura que ha hecho la ocupación constante de una buena parte de mi vida. Y si no pudo darme educación por su pobreza dióme en cambio por aquella solicitud paterna el poderoso instrumento que yo por mi propio esfuerzo suplí a todo.[41]
Los episodios infantiles narrados en Recuerdos de Provincia parecen provenir de un escritor actual y no de uno de la primera mitad del siglo XIX. Ocurre que el creador es creado por su creación desde su propia infancia. Son páginas de asombro y gozo indeclinable ante la vida. Es el sentido mágico del juego.
Es así como Sarmiento vivía imaginariamente la realidad para hacer que los demás la vivan desde su profunda y misteriosa naturaleza. La naturaleza de la infancia que participa con todos sus sentidos de una realidad en apariencia incomprensible para sentir que vive en el mundo.
Entre el escritor que rememora sus lejanas impresiones infantiles y el niño que la protagoniza hay un filtrado anhelo de más vida enunciado a través de rasgos propios de la infancia: humor, imaginación, decisión, “apodos”, conciencia de grupo, necesidad de liderazgos y de sueños, carga imaginativa, firme sentido de la amistad. Unidades modulares que estructuran la diégesis de Recuerdos de Provincia
Debemos decir también que los temas históricos dejaron huellas hondas en su conciencia de niño. Marcas que nos permiten atender su posterior pasión por la historia a partir del el peso de sus primeras lecturas proyectadas en el adulto Sarmiento, y junto a ello su convicción en torno a la necesidad de adecuación a la edad, lo que lo lleva a girar cerraduras y decir: …debe haber libros que tratan especialmente de estas cosas que les enseñan a los niños, y entendiendo bien lo que se lee, puede uno aprenderla sin necesidad de maestro.[42]
Las referencias a la infancia lectora de Sarmiento son múltiples. Nos encontramos con el joven sanjuanino leyendo en las “escasas bibliotecas de San Juan” La vida de Cicerón por Middleton y la Vida de Franklin. Con respecto a la lectura de la vida de Benjamín Franklin, ha manifestado que libro alguno le ha hecho más bien que éste”.[43] El gran hombre, considerado como uno de los Padres de los Estados Unidos se erigió en paradigma de su vida: Yo me sentía Franklin. ¿Y por qué no? Era yo pobrísimo como él y dándome maña y siguiendo sus huellas podía un día ser doctor ad honorem como él y hacerme un lugar en las letras y en la política americana.[44]
Por otra parte no puede quedar al margen que a Sarmiento no se le escapaba por aquellos años, un tema muy valorado hoy por la crítica: el rol de las biografías en el imaginario juvenil. Escribir una vida de Franklin adaptada para las escuelas ha sido uno de los propósitos literarios que he acariciado largo tiempo… Porque yo sé por experiencia cuánto bien hace a los niños esta lectura.[45]
Rescatamos otro de sus recuerdos basados en las lecturas de temas históricos. La Historia de Grecia la estudié de memoria y la de Roma enseguida sintiéndome sucesivamente Leónidas y Bruto, Arístides y Camilo, Harmodio y Epaminondas.[46]
Nuestra reiteración en torno a la predilección de textos históricos manifestada por Sarmiento niño, se basa en la coacción de establecer la evidente relación entre lectura, infancia y proyección adulta. Pero no sólo la literatura escrita nutrió su infancia. También la oral. En acertada metáfora la llama “lluvia oral”.[47] Recuerda con emoción el deleite que le producían: “Por las tardes, vuelto a casa oía en la cocina cuentos de brujas, de Ña Picho.[48]
Y más adelante en el tiempo rememora: aquella otra preciosa historia de Robinson que les contara ‘en serie’ su maestro y repetíala yo tres años después íntegra sin anticipar una escena y sin olvidar ninguna.[49] Dichas siembras orales durante su infancia cimentaron, según él mismo lo expresa, sus acciones adultas en pro de la literatura infantil.
Como tesis impuesta decimos que nuestro ilustre sanjuanino le reconoce a la infancia su derecho a jugar, a educarse, a leer historias con sabor a “había una vez”.
Con respecto a los aspectos lúdicos, en el capítulo “Mi Infancia” de Recuerdos de Provincia,[50] rememora lo que él llama” la crónica de los pilluelos vagabundo”páginas en las que proyecta matices ricos en prolijidades de aventuras lúdicas juveniles. El futuro “señor yo”, relaciona tales recuerdos como una repetición de la hazaña de Leónidas.
El niño Dominguito era el “general” de un ejército integrado por” Barrilito”, “Piojito”, “Chuña”, “Velita”, el” Gaucho” y” Capotito”. “Andando el tiempo yo había logrado hacerme de la afección de una media docena de pilluelos que hacían mi guardia imperial y con cuyo auxilio repetí una vez la hazaña de Leónidas.[51]
En el año, pues del Señor no sé cuántos (que los niños no saben nunca el año en que viven), hicimos tres o cuatro más o menos jornadas lúcidas con más o menos pedradas y palos dados y recibidos, terminando un domingo en deshacer un ejército y tomar prisioneros generales, tambores y chusma, que paseamos insolentemente por las calles de la ciudad. Esta humillación impuesta a los vencidos trajo su represalia.[52]
Las citas espigadas contienen la primera y más contundente visión renovadora de la infancia proyectada por el imaginario literario argentino. Los personajes de los que habla Sarmiento son niños reales, no modelos para armar. El discurso evocativo desaloja a la moralina y puede traducir el mundo de la infancia desde la suya propia.
No se le escapaba a nuestro autor que las imágenes infantiles espejadas en los juegos van formando la unidad de la vida y se potencian cuando el creador es creado por su creación. El sentido mágico de la infancia, especialmente cuando se refiere a los juegos, madura en “el padre del aula” y su esencia revitaliza su memoria.
Compromiso
Cabría considerar en mayor extensión las cambiantes perspectivas desde las cuales Sarmiento enfocó a la infancia pero nos basta manifestar que pocos seres en la historia de la educación y en la historia de literatura infantil argentina, alcanzan como Domingo Faustino Sarmiento a asumir con tal plenitud su compromiso con ambas disciplinas.” Todo debe tender a la promoción de la lectura”, decía.
El caso es que un señor llamado Domingo Faustino Sarmiento marcó desde la palabra escrita el punto de partida de la literatura infantil argentina. Que su concepción de la infancia era reveladora. Que transita por toda su obra el deslinde de la infancia, tanto en la voz recordativa del niño Sarmiento como en las acciones del hombre. Que su obra marca una revolución en el campo de la educación argentina. Que al mirar y al atender a los libros para la infancia, los alejó de lo netamente pedagógico, y accedió a los cánones vigentes en la actualidad.
La destacada investigadora española Carmen Bravo Villasante lo define cabalmente: A mediados del siglo XIX un gran hombre, Sarmiento, una figura descollante- como la cumbre más alta de una cordillera- se preocupaba porque los niños no leen hasta la adolescencia.
En Buenos Aires –decía–, que es donde la niñez es más desenvuelta en América, los niños de escuela no leen libros de ningún género mientras están en la escuela. Algunos leen los diarios, de manera que puede asegurarse que la inteligencia del hombre está paralizada en América en cuanto a atesorar datos y conocimientos hasta la adolescencia. Con aquella claridad y transparencia de palabras, con aquella nobleza suya, casi rústica y a fuerza de vehemencia y brusquedad Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) señalaba uno de los problemas vitales de la educación de los pueblos.[53]
Es que Sarmiento no era un mero teórico de los que se explayan en palabras. Su hambre y sed de lectura se concreta. Analiza y propone métodos para la enseñanza de la lectura. Edita libros para la infancia. Traduce obras para los niños. Escribe textos escolares en los que por primera vez en la historia de la educación argentina se incluyen cuentos tradicionales y discursos humorísticos.[54] Además, prologa el primer libro de cuentos para niños editado en Buenos Aires; crea escuelas, funda bibliotecas, erige la prensa pedagógica en América. Es uno de los primeros teóricos de la educación argentina que marca con rotundo énfasis el rol de la familia como ámbito de mediadores en la conquista del niño lector, tema de candente actualidad. Y es el primero de los escritores argentinos que ve en las travesuras de la infancia posibilidades estéticas.
Su preocupación por el estudio de los procedimientos de estímulo de lectura está basada en el propósito de facilitar el aprendizaje de la lectura a los niños, según se desprende de la Memoria leída a la Facultad de Humanidadesel 17 de octubre de 1843. Todo debe tender a que el niño se aficione a la lectura. Así puede con su sólo esfuerzo adquirir una gran instrucción, que decida su suerte futura.[55]
En conclusión: para Sarmiento todo debe tender a conocer la especificidad de la infancia y la función de la literatura infantil porque en los tiempos que corren aún permanecen senderos oscuros.
[1] Domingo Faustino Sarmiento: Obras Completas. Buenos Aires Editor Augusto. Belín Sarmiento. Imprenta y Litografía Mariano Moreno, Año 1899. Tomo XXVII. Pág. 28.
[2] Ibídem, pág. 22.
[3] Domingo Faustino Sarmiento: Ideas Pedagógicas. En Obras Completas. Tomo XXVIII. Buenos Aires, 1899
[4] Domingo Faustino Sarmiento: Recuerdos de Provincia. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, 1969.
[5]La literatura infantil y Juvenil en Europa. 1º Ed. en español. Trad. de Diana Luz Sánchez Flores. México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pág. 15.
[6] Emilia C. Dezeo y Juan M. Muñoz: La Enseñanza del lenguaje gráfico. Método natural para enseñar a leer y escribir.Buenos Aires, 1936, pág. 86.
[7] Jesper Svenbro: “La Grecia arcaica y clásica”, en Historia de la lectura en el mundo occidental, Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (comp.) Taurus, Madrid, 1998, pp.89-93. Trad. de María Barberán.
[8] Ibídem, pág. 97.
[9]Manuel A. Ponce: “Prólogo” a Domingo Faustino Sarmiento: Obras Completas.
[10]Domingo Faustino Sarmiento: Ideas Pedagógicas. Obras Completas. pág. 69.
[11] Ibídem, pág. 70.
[12] Destacamos de manera marginal que aún hoy, a la hora de señalar los beneficios de la estimulación temprana a través de juegos, los autores se remiten a la labor desarrollada por la mencionada escritora.
[13]Obras Completas. op. cit. en (19), pág. 58.
[14] Ibídem, pág. 58.
[15] Ibídem, pág. 70.
[16] Ibídem, pág. 70.
[17] Ibídem, pág. 70
[18] Ibídem, pág. 116.
[19] Cfr. Vladimir Propp: Las raíces históricas del cuento. Traducido de la versión italiana por José María Arancibia. Editorial Fundamentos, Madrid, 1974, pp. 241-294.
[20]Ideas Pedagógicas. op. cit. en (19), pág. 70.
[21]Domingo Faustino Sarmiento: Método de lectura gradual. Obras Completas. op. cit. en (19), pág. 92.
[22] Ibídem.
[23] Raimundo Lida: “Hacia el humor de Sarmiento”, en Sarmiento. Centenario de su muerte. Recopilación de textos publicados por miembros de la institución. Academia Argentina de Letras, Serie Estudios Académicos, Volumen XXVII, Buenos Aires, 1988, pág. 266.
[24] Domingo Faustino Sarmiento: Vida de Nuestro Señor Jesucristo. Ediciones Ercilla, Santiago de Chile, 1939, portada.
[25] Ibídem, pp. 15-20
[26]Domingo Faustino Sarmiento: Recuerdos de provincia. op. cit. en (20), pág. 43.
[27] En Obras Completas. op. cit. en (19), pág. 30
[28] Publicado en “El Progreso”, el 23 de mayo de 1844. En Obras Completas. op. cit. en (19), pp. 134-136.
[29] Publicado en “Monitor”, enero 15 de 1853. Citado en Obras Completas. op. cit. en (19), pág. 130.
[30]Manual de la historia de los pueblos. En Obras Completas. op. cit. en (19), pág 136.
[31] Paul Hazard: Los libros, los niños y los hombres. Traductor M. Manent. Juventud, Barcelona, 1982, pág. 19.
[32] El destacado es nuestro, Sarmiento se refiere a la literatura infantil. Domingo Faustino Sarmiento. Obras Completas. op. cit. en (19), pág. 70.
[33] Ibídem, pág. 69.
[34] Ibídem.
[35] Es anecdótico el informe realizado por la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares de mayo de 1874, publicado en el Tomo II, Segundo Semestre del Boletín de Bibliotecas Populares, sobre el movimiento y progreso de estas instituciones durante el año 1873. Informa que había dos clases de concurrentes: los que iban a leer y los que iban a “oír leer”. Era tanto el interés por instruirse que acudían personas analfabetas para que se les leyera un libro. La tarea era ejercida por vecinos voluntarios.
[36] Paul Groussac: Viaje intelectual. Coni, Buenos Aires, 1920, pág.
[37]Planeta, Buenos Aires, 1999. Pag. 122.
[38]Sarmiento y la Ficción en Sarmiento. Centenario de su muerte. Recopilación de textos publicados por miembros de la Institución. Edición de la Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 1988, pág. 17.
[39]op. cit. en (5), pág. 55.
[40]op. cit. en (20), pág. 220.
[41]Recuerdos de provincia. op. cit. en (20), pág. 199.
[42] Ibídem, pág. 42.
[43] Ibídem, pág. 42.
[44] Ibídem, pág. 42.
[45] Ibídem, pp. 47-48.
[46] Ibídem, pág. 42.
[47] Ibídem, pág. 42.
[48] Ibídem, pág. 40.
[49] Ibídem, pág. 27.
[50] Ibídem, pp. 206-210.
[51] Ibídem, pág. 206.
[52] Ibídem, pág. 207.
[53]Historia y Antología de la literatura infantil Iberoamericana. Madrid. Editorial Everest Tomo I, 1987, pág.13.
[54] Cabe destacar que no hemos registrado a la fecha en la vasta bibliografía consultada que se lo señale a Sarmiento como autor de cuentos maravillosos y cuentos breves humorísticos.
[55]Obras Completas, op. cit. en (19), pág. 22.