El ambicioso «Monumento al Descamisado» que sería mausoleo de Evita pero no fue
El mito vive y vuelve. Reencarna en libros, películas, objetos, fotografías, testimonios, documentos. O, como en este caso, regresa desde bajo la propia tierra, con el rescate histórico de mapas, planos y fotografías que remiten a solares conocidos donde yacen construcciones sepultadas por la mordaza inútil de censores. Los mitos que viven vuelven. Este en particular, hecho metáfora: a imagen y semejanza del “subsuelo de la patria sublevado” que evocaba Scalabrini Ortiz.
No es un secreto: Perón y Evita buscaban plasmar la dimensión social de su obra política en obras edilicias, físicas, que expresaran en hormigón y cemento el correlato de la transformación que habían procreado. Querían que el espacio público fuera espejo de aquellas multitudes irguiéndose en una construcción colectiva nueva, a la par de la revolución de los derechos. Desde esa concepción nació «El monumento al descamisado».
La ambiciosa obra que hoy, con su mito, vuelve desde las huellas reveladas por arquitectos, historiadores y fotógrafos sufrió en su momento una reformulación: tras revelarse la enfermedad terminal de «la abanderada de los humildes» se decidió que el monumento fuese el hogar definitivo de sus restos, además de honrar al trabajador.
Es errónea la versión de que la gigantesca figura del trabajador -un coloso “descamisado” de 45 metros de alto destinado a coronar la cima- sería reemplazada por una de Eva. La conversión del monumento en mausoleo no implicaba esto, sino precisamente la incorporación del sepulcro a las entrañas del homenaje, dando cuenta de una conjugación inseparable.
El 4 de julio de 1952, 22 días antes de morir Eva, el Congreso sancionó la ley 14.124 que disponía la erección del memorial «Monumento a Eva Perón». En cuanto al diseño exterior, los planes constructivos seguían siendo los mismos cuando el 30 de abril de 1955 comenzaron las obras en las que el propio Perón, ya viudo, descargó la cucharada de cemento inaugural.
De haberse concluido, pudo ser la obra pública arquitectónica más fastuosa del mundo. Dan cuenta de ello sus 138 metros de altura, 100 metros de diámetro basal, más de 30 niveles, 14 ascensores, un mirador en altura, 42.000 toneladas de cemento y la cripta subterránea donde descansarían los restos de Eva Duarte dentro de un sarcófago de 400 kilos de plata.
Una animación de lo que pudo haber sido el Monumento al Descamisado
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«El proyecto era y aún hoy sería inmenso. Pensemos que supera en altura, por ejemplo, a la torre de Pisa, a la estatua de la Libertad o la torre Eiffel», explica en charla con Télam Sebastián de Zan, arquitecto, líder de proyecto del Centro de Documentación e Investigación de la Arquitectura Pública (CeDIAP), a su vez dependiente de la Agencia de Administración de Bienes del Estado y de la Jefatura de Gabinete de Ministros.
«La idea de la ubicación del féretro de Eva en el interior del monumento se inspira en la la tumba de Napoleón en el palacio de Les invalides, en París. Allí -como aquí- para ver el féretro el diseño estaba hecho de tal forma que sería necesario inclinarse y asomarse a un balcón interno; gesto corporal que implica una reverencia. La cámara mortuoria, circular, tiene una disposición central con techo en forma de domo por cuyo centro entra un haz de luz natural».
A su vez, ilustra De Zan: «El monumento iba a estar emplazado frente a la actual Biblioteca Nacional, involucrando todo un plan urbanístico. Tamaña envergadura requería una imprescindible integración con el entorno».
Para darnos una idea del solar donde se comenzó a construir, De Zan señala: «Según nuestros cálculos, las fotos corresponden al predio donde está la pileta que hoy hay en una de las plazas entre Figueroa Alcorta y Libertador. Lamentablemente no se pudieron hacer excavaciones para verificarlo, pero todo indica que esa sería el área aproximada».
Las imágenes incluidas en esta reseña integran el fondo documental del Ex Ministerio de Obras Públicas que el CeDIAP rescató tras su abandono en depósitos inapropiados y gestiona desde 1993. En ese marco, «el Centro tiene a su cargo la preservación digital de los documentos históricos en la materia», concluye De Zan.
Télam contó, para la elaboración de este informe, con el asesoramiento del Ministerio de Obras Públicas, y en particular del equipo a cargo del Arquitecto Carlos Rodríguez, secretario de Obras Públicas de la Nación, que también habló con este medio: «Creo que hay que leer, entre otras cosas, el lugar en que esto fue ubicado. Es una afirmación en un punto de elite de la Ciudad. Por otro lado, nos plantea algo contrafáctico. Porque, de haberse concluido, seguramente hubiese sido demolido por la ‘Libertadora'», señaló.
La irradiación sociocultural no escapa al análisis de Rodríguez: «Las ciudades están hechas de tres niveles. Uno es el que vemos y tocamos. Otro es el que existió, y fue demolido. Un tercer nivel es el de lo imaginado. Cuando combinás los tres, se representan cosas sugestivas. Aquí hablamos de la ciudad que no fue, la ciudad del peronismo. Me parece interesante la aparición de un monumento así porque es disruptiva y habla de algo que bien podría haber sido: no solo como proyecto de monumento, sino como proyecto de ciudad, de país».
Por su parte, con relación a este caso y en línea con el vigente Programa para la Reconstrucción de la Memoria y el Fortalecimiento de la Identidad Nacional que lleva el ministerio, suma su testimonio a Télam María Pía Vallarino, directora de Relaciones Institucionales: «La infraestructura y arquitectura públicas expresan proyectos de país y el tipo de diálogo de las autoridades con el pueblo, su gente, refleja el reconocimiento o invisibilización de las distintas identidades políticas, sociales y culturales en un momento dado».
Vallarino destaca que «recuperar las historias de los proyectos de las obras, los archivos y acervo material y simbólico implica poner en valor la memoria colectiva. Conocer el pasado, creemos, sirve para planificar y erigir un mejor futuro para nuestra sociedad».
«Sobre Eva, agrego que los archivos dan cuenta de la necesidad del soterramiento de la lucha obrera y peronista y el rechazo al amor que la clase trabajadora y más humilde tuvo por Evita por parte de la dictadura del ’55 que lamentablemente se profundizó con el golpe del 76. Es bueno conocer esta verdad para fortalecer la democracia actual y mejorarla», destaca la funcionaria.
Vallarino completa: «Las diferencias debieran sintetizarse en el voto y ejercicio institucional de participación y diálogo y no en la aniquilación y negación del que piensa distinto. No obstante, por más muros, bloques o techos que se quieran erigir, el sentimiento, admiración y apoyo popular por la obra de Eva, al día de hoy, siguen vigentes y no son posibles de borrar ni desaparecer».
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Hacia junio de 1955, la construcción monumental ya mostraba grandes avances. / Fotos: Gentileza de CeDiap, AABE.
Otras víctimas de la fusiladora olvidadora
En su intento de borrar memoria e historia, la revolución «fusiladora» de 1955 procedió, a poco de usurpar el poder, a sellar los cimientos ya avanzados de la obra. En paralelo, mutilaron y arrojaron al Riachuelo el conjunto de cinco esculturas de mármol de carrara encargadas y realizadas ad hoc por el italiano Leone Tomassi, para ornar el mausoleo.
Aquellas piezas, de cuatro metros y medio de alto y 35 toneladas cada una (con títulos alegóricos como “La Independencia Económica”, “El Conductor”, “El Justicialismo”, “La Razón de mi Vida” y “Los Derechos del Trabajador”), fueron rescatadas décadas después, en democracia, y distribuidas entre la quinta 17 de octubre en San Vicente, en Mar del Plata y otros puntos.
Fuente: TELAM