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El gobierno convocó a la Mesa de Enlace a debatir sobre el futuro del INTA, cuando debería ser al revés: En este punto, a los ruralistas no les queda otra que ponerse los pantalones largos

La Mesa de Enlace nació el 12 de marzo de 2008 como reacción de una decisión unilateral y autoritaria del Poder Ejecutivo de turno, la Resolución 125 que imponía retenciones móviles, y que violaba de mal modo no solo el sentido común sino un postulado fundamental de las sociedades civilizadas, que es que los impuestos no deben ser usurarios y siempre lo debe fijar el Congreso.

Frente a la agresión del gobierno de Cristina Kirchner, a las cuatro gremiales históricas (Sociedad Rural, Coninagro, Federación Agraria y CRA) no les quedó otra alternativa que vestirse un ropaje común y salir a la ruta, a resistir de modo activo. La crisis desembocó en una votación del Congreso que puso fin a esa resolución tan antipática. Fue el Congreso el que devolvió la razonabilidad a la situación. El Poder Ejecutivo no tuvo otra que aceptarlo.

Han pasado 17 años y a las entidades rurales no les queda otra que vestir el mismo traje de la unidad porque el productor de a pie se lo exige a los dirigentes. El de la Mesa de Enlace, de todos modos, es un saco gastado y lleno de agujeros, donde cada brazo tira para su lado. Ha quedado demostrado que sus peores momentos políticos -en materia de coordinación- suceden cuando los gobiernos son afines a sus supuestas pretensiones ideológicas. Sucedió con Mauricio Macri, cuando la Mesa de Enlace colocó a dos ministros de Agricultura que dejaron sabor a poco y nada. Y le sucede ahora, cuando Javier Milei juega a abrazarse con uno de los dirigentes pero ningunea el resto. O cuando decide unilateralmente el destino de las retenciones como hizo Cristina Kirchner en aquel acto fundaciones del 2008.

Está más que claro que la Mesa de Enlace sirve más para resistir que para proponer y construir políticas duraderas. Es curioso, pero cuando parece tener la chance de hacerlo, de mirar para adelante, baja la cabeza y calla. Es como que la cercanía del poder la obnubila. Las diferencias entre sus dirigentes afloran cuando hay que ser propositivos. Y como no han construido en todos estos años una mínima institucionalidad, finalmente son siempre los individuos los que imponen sus recetas sobre lo colectivo.

Es sintomático: Lo colectivo, las ideas comunes, vuelven a aflorar cuando hay que volver a resistir al autoritarismo del gobierno de turno. Pero si el gobernante de turno se muestra afín al sector (como sucede ahora con Milei), los dirigentes hacen fila para congraciarse con él y sacarse una misérrima foto que no significa casi nada.

El caso del INTA, en este contexto general, es más que apasionante para analizar los comportamientos a veces pusilánimes de la Mesa de Enlace.

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