El teatrista Rafael Nofal nos deja una enorme herencia
La comunidad cultural de Tucumán se encuentra de luto por el fallecimiento de Rafael Nofal, quien fue un destacado referente del teatro en la provincia.

En la madrugada de anoche, departiendo justamente sobre teatro tucumano con los actores Sonia Saracho y Hugo Galván, recibimos la enlutada noticia de la partida de Rafael Nofal. A partir de ese momento, nuestra conversación se volvió distinta, inconexa, perpleja y lejana, simplemente, estábamos perturbados y ausentes, y esa debacle, apenas un ejemplo, me permitió entender el caos posterior que vivían los teatreros tucumanos.
Como un reguero de pólvora encendida, hacia la alta madrugada ya todos los integrantes de la comunidad teatral lo sabían y los celulares no paraban de sonar en los grupos de artistas porque, simplemente, no podían dar crédito a la funesta noticia.
Rafael Nofal, el maestro Rafael Nofal, comenzó desde muy joven en las lides del teatro, cuando tuvo la oportunidad de presenciar una puesta de la obra “El Rosal de las Ruinas”, cuando contaba solo con 5 años de edad. Años más tarde, ya adolescente, como me explicó personalmente en una nota que le hice para el desaparecido semanario el periódico, se “fugaba” literalmente de las clases para ir y presenciar ensayos de obras teatrales, y sabía dónde verlas, porque recorría cada rincón que oliera a teatro.
Este amor por el arte teatral ya no lo abandonó, y sin que lo note, lo absorbió hasta ayer, cuando finalmente, se fue para ser inmortal.
Por si no lo sabe, le diremos al lector que Rafael Nofal era licenciado en teatro recibido en el antiguo Conservatorio de Arte Dramático, fue director del Teatro de la Universidad de Santiago del Estero, docente titular de la cátedra de “Práctica de la Actuación I”en la UNT, director teatral de inolvidables y memorables puestas, dramaturgo premiado a nivel nacional e investigador, editó cuatro libros: “El espacio y otras ficciones” -junto a Verónica Pérez Luna-, “Confluencias”, “El tiempo de las Mandarinas y otros textos”, que se pudieron ver en las salas tucumanas con resonante éxito, y además tiene numerosas participaciones en libros y revistas especializadas en arte teatral.

Nofal dirigió alrededor de 60 espectáculos a lo largo del país, dictó seminarios y conferencias, dirigió montajes en México, España e Italia, y fue distinguido con múltiples reconocimientos por su labor en dirección y dramaturgia. El había nacido un 19 de septiembre de 1950 en Santiago del Estero pero creció y vivió toda su vida artística en esta provincia en donde tenía su familia.
Despedir a grandes personas, a personas enormes, es difícil, no sólo porque quedamos con la sensación de vacío y de pérdida sino también con la experiencia de la incertidumbre de la ausencia; ahora bien, despedir a las personas necesarias es un acto heroico, porque no queremos, nos negamos, no deseamos la despedida ante la irrevocable orfandad, el forzoso desamparo ante el vacío que dejan quienes, como Nofal, son referentes, y a veces, hasta sentimos que el futuro es tenebroso e improbable.
Pero no es así. Nos queda su memoria, sus obras, sus escritos, los alumnos que formó, la Universidad misma, porque fue uno de los gestores de la carrera de teatro, los actores que dirigió, y entonces, veremos como su vida fue fructífera, socialmente enriquecedora y necesaria, y estaremos siempre en la obligación, como sociedad, de preservar la memoria de quien hizo un legado tan apreciable y significativo.
Pero inevitablemente, hoy tenemos el derecho irrenunciable a sentirnos solos, y a sentirnos tristes.
Que a partir de hoy viva siempre Rafael Nofal en nuestra memoria.