En ocasiones el dúo que se forma entre niños y celulares puede ser peligroso
No es recomendable que los menores de 16 años tengan celular.

Sin embargo, el 66% de la población de 10 a 15 años tiene uno, sobre todo a partir de los 13 años, según datos del Instituto de Estadística español (INE). En la Argentina, según los datos de 2019, sólo el 12% de los chicos de 7 años es dueño de un celular, a los 9 años tiene el suyo un 24%, y a los 11 años más de la mitad de los niños (el 52%) lo tienen. Por lo tanto, tienen capacidad para acceder a internet y descargar aplicaciones.
A estos datos se añade otro dato significativo: la exposición a los dispositivos móviles a menudo empieza en los primeros años de vida. Es cada vez más común ver a un niño sentado en su cochecito con un celular en la mano o en el restaurante sentado en la mesa distraído mirando uno.
Algunos padres usan estos dispositivos para distraer a sus hijos -el conocido chupete electrónico- y reemplazan así cada vez más los viejos juguetes o distracciones. Pero darles el móvil para que no molesten, para que se calmen o para distraerlos cuando no quiere comer acabará por crear una obsesión.
Aunque la tecnología ha hecho mucho para facilitarnos la vida, debe tenerse en cuenta el impacto que los dispositivos móviles pueden tener sobre los niños y adolescentes.
- Problemas de visión
La sobreexposición a las pantallas, sin mantener la distancia mínima de seguridad, está provocando un aumento de los casos de miopía en niños, además de fatiga ocular. Algo que no ocurre cuando los niños pasan más tiempo jugando al aire libre, reconoce el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas (CNOO).
Cuando el ojo pasa mucho tiempo mirando algo de cerca tiene que trabajar más. Los expertos reconocen que el uso prolongado de este tipo de dispositivos puede provocar síntomas como dificultad para enfocar distancias, sensibilidad al brillo de la luz, incomodidad ocular, dolor de cabeza y ojos irritados.
- Retraso en el lenguaje expresivo
El uso de teléfonos móviles puede retrasar el lenguaje expresivo en niños de 19 meses.
- Puede perjudicar el cerebro en desarrollo
Los dispositivos móviles estimulan el centro de recompensa del cerebro, razón por la cual los niños se sienten atraídos hacia ellos. Generan dopamina, una sustancia química que nos hace sentir bien y que libera el cerebro. La sobreestimulación constante de las pantallas le da al cerebro golpes de dopamina (y adrenalina), razón por la cual son tan adictivos.
- Problemas psicológicos como adicción
Los resultados de un informe de Common Sense Media, de 2016, demostraron que el 50% de los adolescentes «se sienten adictos» a los dispositivos móviles. Esta encuesta demostraba también que el 72% de los adolescentes, y también el 48% de los padres, sienten la necesidad de responder de inmediato a mensajes de texto, de las redes sociales y otras notificaciones.
Según el estudio, el 69% de los padres y el 78% de los adolescentes revisan el móvil al menos cada hora. Otro informe de investigación mostró que el 45% de los adolescentes aseguran usan internet «casi constantemente». Esto se traduce en muchos casos en un uso excesivo del uso del móvil; bajo rendimiento escolar; insomnio o alteraciones del sueño; urgencia excesiva o necesidad de estar conectado; e irritabilidad si el teléfono no está accesible.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), haciéndose eco de la recomendación de la Academia de Pediatría estadounidense, recomendaba en 2019 que los niños de entre 2 y 5 años se limiten a una hora de tiempo de pantalla al día y, cuanto menos, mejor. El tiempo que se le dedica a la pantalla es tiempo que se roba para estar físicamente activo y dormir lo que se necesita.
Otras pautas que pueden seguirse:
Debe tenerse en cuenta que la tecnología en sí no es lo que perjudica a los niños, sino la forma en la que se usa. Las posibilidades de un móvil son numerosas, entre ellas puede ser una herramienta muy útil de aprendizaje. Usarlo con moderación y restringir las horas de uso contribuyen en gran medida a garantizar el bienestar de los niños y ayuda a inculcarles buenos hábitos. Un mal uso los desconecta de las necesidades básicas (sueño, alimentación y actividad física).