¡ENTRECUENTOS!

¡Bienvenidos…!
¡Hola, chicos!
¿Continuamos leyendo en familia…?
Hoy el capítulo dos de
Papá, ¿para qué sirve la política?

El padre de Juan
y sus recuerdos

Los Parada conformaban una familia unida. Todos estaban orgullosos de todos. Todos se preocupaban por todos. En consecuencia a don Manuel no le había pasado inadvertido que algo le estaba sucediendo a su hijo. Algo le estaba ocurriendo Juan para actuar como lo estaba haciendo. Veamos. Por ejemplo ya no me sorprende con esos cuentos divertidos que no sé de dónde los saca ¡Cómo me hizo reír con esa historia del champú!
–Tomás me prestás tu shampoo?
-¿Qué no tenés el tuyo?
– Sí, pero dice en la etiqueta, que es para cabellos seco, y el mío está mojado.
Ni qué decir con ese otro del gato y del gallo. Me lo contó precisamente en la cuesta del Infiernillo cuando subíamos a Tafí del Valle
Había una vez dos animales que eran muy amigos; estos eran el gato y el gallo. Un día el gato compró un auto y el gallo le pidió que se lo prestara y el gato como buen amigo se lo prestó. Salieron de paseo los dos muy contentos, y de repente al doblar en una esquina el auto del gato se impactó, a lo que el gato dice: miauuuuuto y el gallo le responde: quiquirisquiag
¡Tampoco ahora después de cenar nos desafía con las adivinanzas.
¡Cómo me costó encontrar la respuesta de esta del agua
Adivina quién soy:
cuanto más lavo,
más sucia voy
Me acuerdo que para mi cumpleaños número cuarenta empezó a desafiarme con los juegos de ingenio.
¿En el mundo hay algún país cuyo nombre no tenga ninguna letra en común con Argentina?
¡Nada de preguntita…!
Le llevó más de una hora dar con la respuesta correcta de una pregunta aparentemente muy fácil .
Don Parades pensaba y pensaba.
Mas de quince minutos estuvo abocado a la tarea .
Ni con la ayuda de un globo terráqueo encontraba la respuesta.
¡Qué iba aparecer! Si no existe ninguno!
La cara de pícardía que tenía Juan durante el tiempo de la búsqueda, era única
Pero no siempre ganaba el hijo.
-A ver Juan ¿cuál es el día más largo de la semana? Tenés diez minutos para contestar. Juan utilizó sólo tres pero no acertó con la respuesta Padre e hijo terminaron riéndose a carcajadas
También se habían acallado las charlas que solían tener sobre temas como la muerte, la existencia de Dios, la diferencia entre país y nación, la importancia de hacer bien las cosas, sobre la libertad, sobre la justicia, sobre el aborto, sobre la familia, sobre las adopción , sobre la ecología, sobre la dignidad, sobre los avances tecnológicos. Lindas charlas por cierto.
En algunas cuestiones lograban coincidencias, en otras no; pero en lo que sí estuvieron siempre de acuerdo es en que al cerrar el tema se debía recitar a viva voz el poema de Santa Teresa de Jesús Nada te turbe
Nada te turbe
Nada te espante
Todo se pasa
Dios no se muda
La paciencia
todo lo alcanza
Quién a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta
Ocurría a veces, que las charlas durante el verano se daban cuando salían a caminar por Tafí del Valle. ¡Ni qué decirles sobre la sorpresa que recibía la gente al escucharlos decir a los gritos tales versos .

De allí, que bastaba que se los viera aparecer, para que los lugareños y veraneantes se diviertieran diciendo: Bueno, hí vienen los de nada te turbe
En fin… las charlas se habían cerrado porque Juan ya no las abría. Y si don Paradas intentaba iniciarlas terminaba hablando sólo. Y a él, monologar no le gustaba.
El caso es que según lo cálculos del Señor Parada, el cambio de humor de Juan había empezado a manifestarse hacia el mes de noviembre.
¡Sí! Fue precisamente después de las elecciones. Al principio Parada pensó que se trataba de un malestar momentáneo. Que ya pasaría.
¿Acaso no se dice que la etapa de la adolescencia es brava? ¿Que hay que respetar algunos cambios de conducta propios de la edad? ¿Que los padres nos tenemos que armar de santa paciencia y comprenderlos? ¿Que los jóvenes necesitan tiempo para madurar?
Pues bien, así lo hizo pero todo tiene un límite. Cuando empezó a ver que las cosas lejos de mejorar se agravaban Parada decidió actuar. Decidió que había llegado la hora de dejar de preguntarse
¿Qué le estará pasando a mi muchacho…?
¿Tendrá problemas en el colegio? No creo. Está entre los mejores de su grado…
¿Será la causa un amor no correspondido?
Tal vez, pero Juan se lo habría comentado…
¿Se habrá peleado con alguno de sus amigos..?
¿ Le preocupará no poder adelgazar ? Gordo, lo que se dice gordo, no es…
En fin, ya veremos. Hoy mismo hablaré con él. ¡Basta ya de tanta espera!
En una de esas estamos ante un serio problema y yo, sin hacer nada ¡No faltaba más!
Se puso de pie y empezó a sentirse mejor. Pudo ver a través de la ventana de su despacho cómo la lluvia lavaba los jardines.

Pudo observar el tránsito de la Avenida Sarmiento invariablemente congestionado. Pudo contemplar con admiración, tal como lo hacía diariamente- al magnífico edificio de su querido Colegio Nacional Bartolomé Mitre, inaugurado solemnemente el 8 de julio de 1915.
Al mirarlo volvió a recordar a sus profesores, a sus compañeros, a aquellas verjas de ayer, hoy desaparecidas. Pero a don Parada no le bastaba el admirar al magnífico edificio. ¡También necesitaba saludarlo y lo hacía con el dedo pulgar derecho y con guiños de ojos! Cómo olvidar que él había sido alumno de esa casa, y hoy esa casa, era el Colegio de Juan.

Al mirarlo invariablemente volvía a los años de su adolescencia. Fue hacia aquellos años cuando empezó a sentir que la política lo atraía.
Toda vez que don Parada pensaba en ese tiempo inevitablemente retornaba aquella memorable mañana. La recordaba con tanta nitidez que le parecía que el tiempo no había transcurrido! Volvía a vivir lo vivido.
Volvía a encontrarse en el ómnibus de la línea 4 rumbo al colegio. Volvía a tener 14 años. Volvía a estar sentado en uno de los últimos asientos semidormido. Volvía a resucitar la violencia de aquella voces que lo despabilaron. Volvía a receptar con idéntica desazón el diálogo atronador de esos pasajeros hablando a los gritos para ser escuchados por todos.

“–¡Ah, yo en política no me meto! Lo mejor que uno puede hacer es no mezclarse en eso. La política, hermano, es para los delincuentes.
–¡Para los vividores! -le contestó el interlocutor
–Mirá, por lo que yo sé, ahí, hasta el más santo se echa a perder…¡Está visto!”
– Y sí. Lo único que saben es enriquecerse y no les importa ni un pepino de los giles que los votaron.
-_Pero son maestros cuando de prometer se trata.
_ ¡Y claro! Si hasta te pintan rosas, angelitos y mariposas a la hora de buscar votos.
. Y después… si te he visto no me acuerdo. Si los conoceré…
-Por eso te digo, hermano, la política es para los delincuentes. No es para la gente honrada.
-Lo que es a mi, no me van ha vender más gatos por liebres
–Avenida Sarmiento y Muñecas, – dijo el conductor del transporte.
El joven Parada visiblemente confundido se apresuró a descender. Ingresó al Colegios invadido por las dudas.
¿Qué significaba todo eso que había escuchado?
Lo que habían dicho esas personas sobre la política, nada tenía que ver con lo que se había hablado en las clases de Educación Cívica, en las de Historia, en las de Lengua .
Entonces, ¿el general San Martín era o no un político? ¿Y Juana Manuela Gorriti? ¿Y Sarmiento? ¿Y el doctor Juan B.Terán? ¿Y Nicolás Avellaneda? y ¿Juan Bautista Alberdi?
¿Ser patriota supone no ser político? –se preguntó durante casi más de la mitad de la mañana hasta que curiosamente en la hora de historia, el profesor Aníbal Igusquiza empezó a tratar precisamente ese tema.
“–Jóvenes alumnos, ¿saben cómo les decían los griegos a todos los que no participaban en política?… ¡Piensen!¡Piensen! ¡Les doy una pista! A ver, ¿cómo les dicen ustedes a esas personas que no son capaces de hacer nada de nada por nadie?
–Egoísta –dijo uno.
–Nooo –contestó el profesor– El egoísta por lo menos trabaja para él.
–Ignorante –dijo otro.
–Tibio. Tibio.
–Inútiles –dijo un tercero.
–Ya están más cerca. La respuesta empieza con “i”.
-Insípido. Arriesgó, un audaz tras sonoras carcajadas.

-Piensen. Piensen. A ver. Es casi un sinónimo de deficiente.
–¡ Ah¡ Ya sé–exclamaron varias voces a coro- ¡Idiotas!
–¡Bien! ¡Muy bien! –señaló complacido el maestro– Entre los griegos, a quienes no participaban en política los llamaban idiotés. De allí viene la palabra idiota, que quiere decir, seres con deficiencias mentales. Personas incapaces de trabajar por los demás.
Es muy antiguo el tema. Antiguo pero no por eso ha perdido actualidad. A lo largo de la historia la política ha tenido también sus detractores. Pero, lo que ocurre es que hay que saber diferenciar muy bien entre lo que es la política y los políticos. En cuanto a lo segundo
No terminaban allí los recuerdos del padre de Juan. Se le engarzaban otras historias. Rememoraba diversos episodios de su paso por la política. Y por supuesto, se acordaba de aquel hermoso cuento de los gorriones que una tarde de otoño, para su cumpleaños número doce, le supo brindar su padre. Llegado el momento, él también se lo narraría a Juan.
Indudablemente le causaba placer revivir esas anécdotas. Su cara se transformaba. Se le borraban las marcas del cansancio y hasta se permitía cantar bajito la zamba Luna Tucumana. Yo no le canto a la Luna, porque alumbra y nada más, le canto porque ella sabe de mi largo caminar. Hay, Lunita Tucumana, tamborcito calchaquí compañera de los gauchos en las sendas de Tafí
En eso estaba cuando interrumpió sus recuerdos el timbre del teléfono. Era uno de sus compañeros de bloque para invitarlo a un acto partidario.
–Lo siento, pero no podré acompañarte –le contestó– Tengo una reunión con la gente del barrio San Pedro. El problema de la falta de vivienda no me deja dormir. Indudablemente el tema de los asentamientos no es nada fácil.
–¡Pero aflojá un poco! –replicaron del otro lado de la línea– ¡No seas tonto! ¡Hay que estar en los actos! ¡Hay que tener prensa! ¡Dejá eso para después! ¡No te imaginás lo que pienso decir! Les doy con todo a los de la oposición Voy a pegarles fuerte. Eso es lo que le gusta a la gente. Vos tenés que…
Pero Parada no lo dejó continuar. Interrumpiéndolo bruscamente le dijo:
–¡No! No puedo. No te olvides que la gente nos ha elegido para otras cosas.
Y se terminó la invitación ¡Como para escuchar estupideces estaba! No tan sólo el problema de los asentamientos en las villas de emergencia lo dejaban sin sueño. ¡Había tanto, pero tanto por hacer, que le resultaban cortas las horas del día!
Esa misma mañana, sin ir más lejos había atendido a un grupo de jubilados entre los que, con gran sorpresa, encontró a su maestra de primer grado. Al abrazarla se emocionaron los dos.

Después debía trabajar en ese proyecto para ayudar a los chicos de la calle.
A él lo que le interesaba realmente, era no ser idiota.
No en vano casi todas las noches, el padre de Juan soñaba que vivía en un lugar en el que todos los chicos tenían casa, comida, chupetines y libros de cuentos.
Y en ese sueño aparecían también un pez guitarrista, un caracol y una amapola bailarina que siempre preguntaban lo mismo:
–¿Para qué sirve la política?
Entre sueño y sueño el legislador Parada se quedó dormido en el sillón del escritorio
Hasta el próximo domingo…