ENTRECUENTOS!
¡Bienvenidos…!

¡Hola, chicos!
¿Estamos preparados para continuar leyendo en familia…?
Pues bien, hoy nos encontraremos con el quinto capítulo de ¿Quién Soy?


Cuenta historia del Tucumán) ¿Empezamos…?
Capítulo 6
encuentro en los menhires
Esa noche cuando el fuego crepitaba con más fuerza cerca de los menhires y las estrellas más seductoras y engalanadas que nunca se produjo un encuentro muy pero muy especial.
Don Diego de Villarroel había traído en su maleta una compañera y esa compañera era nada más y nada menos que un hada. Un Hada que estuvo muy quietecita el día de la fundación de la ciudad y como te imaginarás buscaba amigos.


Le gustaban los indios. Se entretuvo con los árboles, también miró con respeto y sorpresa la montaña, pero… decidió hablar con Tradi. Siempre un Hada y una Hoja hicieron buena relación. Y preguntas van, preguntas vienen, Doña Hada le contó a Tradi que no sólo había venido a acompañarlo a don Diego de Villarroel, sino también a hacer lo suyo.

- ¿Y que es lo tuyo? Inquirió Tradi rápidamente.
- ¿Lo mío?, Contar cuentos
- ¡Que maravilla! Respondió Tradi ¡Me encanta!
- Si quieres, estoy dispuesta a escucharte.
- ¡Que bueno! Pero no solo quiero contar yo, también quiero que me cuenten. ¿Qué te parece si yo te cuento lo de mi tierra y vos me contás lo de la tuya? Es así como debe ser. ¿No te parece?
- Sí, me parece. Pero ahora, ahora… no puede ser. Tengo aún muchas cosas por hacer ¿Qué te parece si nos encontramos mañana al anochecer junto a los menhires?
- ¿En los menhires? – Preguntó confundida el Hada.
- Sí, en los menhires. ¿Sabés adonde están? En el kilómetro setenta a setenta y seis. Los de la margen derecha del Río Churqui … ¿te ubicas?
- ¡Ah, si sí. ¡Ya sé! respondió el Hada, y luego agregó ¿pero ustedes saben que esas son construcciones consagradas al dios Sol…?
- ¡Claro que lo sabemos! Contestó Tradi algo molesta y en tono doctoral agregó – Además te digo que estas no son las únicas que existen. En uno de mis tantos viajes – como hoja de otoño, he visto algo similar en la Torre de Ñusta en Machu Pichu y pensándolo bien también en un lugar llamado Moray en Perú. Todos en círculos. Todos en círculos ceremoniales. Pero eso no es lo que importa ahora, lo que importa es si nos encontramos allí ¿Si o no? –
- Allí nos encontramos- contestó el Hada
Y se encontraron, doña Hada, empezó a contar cuentos y más cuentos, entre ellos El Gato con Botas, La Cenicienta, Blanca nieves, Los músicos de Bremer… Tan encantados estaban todos que ni los nogales respiraban. Hasta los guanacos y las perdices se quedaron quietos y cuando ya amanecía, Tradi se dio cuenta que ella aún no había hablado entonces inmediatamente dijo:

- Ahora me toca a mí , y presentó a Pachamama junto a la leyenda del Cacui, no se olvidó del Crespín ni la de la Cigarra. Asimismo narró algunos casos de don Zorro y por último este que ella inventó y yo aprendí:
Hace mucho, pero muchísimos años cuando los árboles caminaban y podían pasear como nosotros, sucedió lo que te quiero contar:
¿Puedo…?

Bien. Cierto día, Acho- que era un árbol muy estudioso- se preparaba para ir a la escuela. La gran campana de floripón ya había repicado llamando a clase y Acho se apresuraba para no llegar tarde.
Preocupado buscó a Don Sol para que le diera la hora y don Sol no estaba. Nervioso Acho empezó a correr. Corría y corría, velozmente cuando ¡fraccccc…., tuvo que detenerse bruscamente, ¿por qué..? Porque un enorme, enormísimo señor pleno de luz y calor, gordo, muy gordo estaba cerrando el camino y lo peor era intentaba pararse y no podía,
-¿A que no sabes quién era?
Adivina. Tratá de adivinar…
Era nada más y nada menos que don Sol. ¡Sí! Don Sol, quien aburrido de estar siempre sólo, decidió bajar para pescar mojarritas celestes en el río Salí… Pero bajar, le había resultado fácil. Lo que ahora no podía era subir. Sólo, no lograba hacerlo.
Aprovechó el encuentro y le contó su problema a Acho, quien inmediatamente decidió ayudarlo.
Lo primero que hizo Acho fue llamar a todas las campanillas azules del Tucumán. Después convocó a los pájaros de Acheral…
Y esto, ¿para qué?
Para que los pájaros les prestaron sus alas y para que las campanillas empezaran a soplar todas juntas, con tanta pero con tanta fuerza, ¡PUUUFF!. ¡PUUUFF!. ¡PUUFF!, que don Sol, cual un inmenso gorrión dorado inició su ascenso y mientras subía abrazaba con firmeza a su inseparable caja de colores.

De pronto, al mirar con mayor atención a Acho, advirtió que el pobre Acho era un arbolito sin color, sin luz, sin sonrisa, sin rocío… y en ese mismo instante decidió hacerle ¿Un regalo?
– Sí, un regalo.
Inmediatamente Don Sol abrió su caja de colores (caja que contiene agua, luz, primaveras, globos y en la además habita el Arco Iris), la desplegó y lo baño a Acho con todo su contenido, mientras exclamaba:
- ¡Lap, Acho! ¡Lap, Acho! (lap en el idioma del Sol, quiere decir, gracias ¿lo sabías?)
Los allí presentes: campanillas azules del Tucumán, pájaros de Acheral, violetas silvestres de Famaillá, helechos plumosos y vientos chismosos, todos juntos exclamaban maravillados:
– ¡Lap, Acho! ¡Lap, Acho! ¡Qué hermoso muchacho!
Acho se había transformado en un bello árbol rosado. Y desde aquel día, dejo de ser el opaco Acho, convirtiéndose en el bellísimo LAPACHO.