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ENTRECUENTOS!

¡Bienvenidos…!

¡Hola, chicos…!

 ¿Continuamos con la lectura en familia…?

¿Sí?

Muy bien. Hoy nos encontraremos con el séptimo capítulo de ¿Quién Soy?

Cuenta historia del Tucumán)

¿Empezamos…?

Capítulo 7

De cuando las hojas aprendieron a jugar a la pallana

Y llegó otro otoño, con otro marzo dorado, inquieto, juguetón.

Tradi, lo recibió feliz.

 ¡No podía ser de otro modo!   

Don Otoño  venía  acompañado con muchos de los  miembros de su familia. Una familia numerosa. Juguetona.  Y como Tradi no podía invitarlos a todos,  decidió agasajar a su hermana mayor. ¡Menos mal  que fue  a la mayor! ¡Lo que hubiese pasado de haberla  invitado a la menor…!

Pero no nos adelantemos.  Yo te cuento y después  vos opinás.

-¿Quien soy yo?

Ya te dije:  yo soy vos.

– No entiendo.

-¿Qué no entendés?  No importa. Ya entenderás.

Tradi, sabía muy bien lo mucho que a sus hermanas les gustaba jugar.  El caso es que  después de hablar sobre cuestiones personales y familiares y de haber comido  unas  tortitas de viento le dijo:

¿Sabés jugar  a la pallana?

-¿A la qué…?

– A la pallana, tonta, a la pallana.

-¿Y eso qué es…?

Un lindísimo y muy entretenido juego. Lo he aprendido  aquí, en Ibatín. A veces jugamos con Futu. Te cuento que hasta don Mejía de Miraval y don Gaspar de Medina,  quienes como vos bien   sabés son hombres  de lucha y rigor, lo juegan ¿Querés…?

-Y bueno… si  se trata de jugar, juguemos.

-Muy bien.

 Primero tenemos que conseguir unas cinco  piedritas o cualquier otra cosa  de forma redonda. Un carozo, por ejemplo. Pero atención, que no sean muy pesados porque  los tenemos que sostener a todos juntos en la palma de la mano.

¿Y después…?

-Después colocás a todos los tantos (así se les llama a los objetos que usas para jugar), los arrojas hacia arriba y cuando caen tenés que tratar de recibir  la mayor cantidad posible de ellos en palma de la mano  que los lanzó. Si lo recogés a  todos, mucho mejor.  Luego, continuas haciendo lo mismo. ¿Entendés?

-Algo.

-Algo, es algo.

 Sigamos. A los tantos   que han caído al suelo   tenés que intentar recuperarlos.

-¿Y cómo?

–  Simplemente tirás  hacia arriba,  pero rapidísimo,  otrode esos tanto que te han quedado en la mano. Y repito, rapidísimo, ya que lo  debés recibir al que viene cayendo  ¿Comprendés?

-Ya te dije que algo. Parece difícil

-Parece, pero no  tanto.   Todo es cuestión de práctica.

-¿Y si se me caen…?

-¿Ahhh! Si se te caen  perdés.  Pero lo mejor que podemos hacer es empezar a practicar .

Practicaron tanto, tanto, tanto, que la hermana  menor de Tradi,   aprendió. Y vaya, si   aprendió, que  cuando llegó su cuñado Futu, apenas lo saludó por estar tan entusiasmada con el juego de  la pallana.

El caso es que cuando ella regresó a su hogar le enseñó a todas las otras hojas.  ¡No te puedo contar lo que fue…!

Por todos lados pallana, pallana, y pallana. Con decirte que  hasta con pelotitas de viento intentaron jugar.

No había piedra, poroto, granos de maíz, o carozos que se salvaran.  Todos andaban por el aire.  Todo era pallana y más pallana, salvo en  la ciudad de Ibatín  porque  se  encontraba amenazada. En ella, todo era tristeza, miseria y dolor.

Por supuesto que Futu y Tradi frente a tal situación estaban muy afligidos. ¡Habían puesto tantas esperanzas en ella  el día de su fundación..!

Y no sólo había pobreza, reinaba también el miedo. Un miedo gris, enorme tan enorme que hasta a ellos, les impedía acercarse  a las empalizadas.

Y el miedo era legítimo.

 Los indios no les daban un minuto de tranquilidad a los habitantes de la Ibatín. Y más aún cuando se lo nombraba al gigante cacique  Gualán.

Gualán, era temible.  Y tenía una sola idea fija: expulsar al hombre blanco para retomar sus tierras y volver a vivir como lo habían hecho desde hacía  siglos.

 Tradi, a veces comprendía a Gualán,   Futu lo escuchaba con temor  y los habitantes de Ibatín esperaban tiempo mejores…  

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