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La obra feminista de María Elena Walsh

Poeta, compositora, cantante, dramaturga, guionista, narradora o “cupletista”, como le gustaba definirse a ella, Walsh es reconocida por su obra infantil; sin embargo, en esta nota te contamos su faceta más desconocida, militante feminista.

María Elena Walsh nació en la localidad bonaerense de Ramos Mejía el 1 de febrero 1930. Fue la hija menor de un matrimonio inmigrante integrado por un ferroviario con raíces inglesas e irlandesas y una madre argentina hija de andaluces. Su infancia se desarrolló con mucha libertad, decidió irse a estudiar a la Capital Federal, en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, y al poco tiempo se dio cuenta que se le daba mejor escribir. Fue por ese camino y publicó sus primeros poemas en diferentes medios de comunicación. El primero en la Revista El hogar, a sus 15 años.

Al fallecer su padre, en 1947, publicó con sus ahorros “Otoño imperdonable”, celebrado por Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda. De a poco empezó a formar parte de un selecto círculo literario, que significó un choque para su familia, que era trabajadora y de bajo perfil. Jiménez la invitó a hospedarse una temporada en Maryland, Estados Unidos, a modo de beca para mejorar su escritura, aunque una década después, en un artículo de la Revista Sur, se animó a describir al autor de «Platero y yo» como una persona distante:

«Siempre me he sentido borrada a su lado, como si sus ojos me estuvieran corrigiendo, culpable de no ser ángel de la perfección poética o demonio de la belleza total. Él ansía diálogo, pero lo imposibilita. Cada día tenía que inventarme coraje para enfrentarlo, repasar mi insignificancia, cubrirme de una desdicha que hoy me rebela».

(Foto: Eterna Cadencia).

Viaje a París

Esta abrumadora experiencia en su adolescencia marcó un antes y un después. Walsh decidió alejarse de la elite literaria y empezó a explorar otras manifestaciones artísticas como el universo musical. En pleno gobierno de Perón, partió a probar suerte en Europa, concretamente en París, donde en el Hôtel du Grand Balcon conoció a una gran cantidad de artistas. Con Leda Valladares formó el dúo Leda y María, interpretando folklore, tuvieron mucho éxito durante unos años pero por diferencias artísticas se separaron. María Elena, ya de vuelta en Buenos Aires, comenzó a experimentar con la canción infantil, publicando los álbumes «Canciones para mirar»  (1962) y «Doña Disparate y Bambuco»(1963), ambos espectáculos estrenados con mucho éxito en el Teatro San Martín. 

Paralelamente sostuvo un compromiso por la educación infantil. Junto a la especialista en el tema Eva Giberti (psicoanalista), Florencio Escardó (pediatra) y Arnaldo Rascovsky (pediatra y psicoanalista), estudiaron la pedagogía del psicoanálisis sobre cómo era la infancia de 1963 en nuestro país y qué necesidades había en ese área.

(Foto: María Elena Walsh fotografiada por Grete Stern, en 1952. Fuente: Museo Nacional de Bellas Artes. Colección donada por Sara Facio).

En un Congreso de la Organización Mundial de Educación Preescolar (OMEP), Walsh dio una charla sobre la poesía en la primera infancia, donde se debe jugar e interactuar de manera libre con este género literario, estimulando así la imaginación. Mencionó además la importancia de la música y las denominadas nursery rhymes, base de la poesía para niños de Lewis Carroll, autor de «Alicia en el País de las maravillas» y otras obras cumbres para lectores tanto grandes como chicos.

La voz feminista

En su juventud, Walsh leía textos de Virginia Woolf, Doris Lessing y Victoria Ocampo, que posteriormente darían lugar a una multiplicidad de artículos periodísticos, entrevistas y reflexiones en sus diferentes facetas artísticas que, si bien en ese momento no se catalogaron así, eran de corte feminista. 

Admiraba apasionadamente a Victoria Ocampo, quien años más tarde se convirtió en una gran amiga. Su intercambio epistolar entre 1960 y 1980 fue editado recientemente por Sara Facio.

“Ocampo aprende muy temprano que la verdadera revolución cultural es la emprendida por las mujeres. Es testigo de las batallas libradas en las primeras décadas del siglo por las sufragistas, a quienes tiene la osadía de elogiar y agradecer».

(Foto: En un concierto en el Luna Park. Fuente: Web Fundación MEW).

En la Argentina en 1970, nacen la Unión Feminista Argentina (UFA) y el Movimiento de Liberación Feminista (MLF), agrupaciones con activistas de clase media alta e intelectuales que trajeron libros de Estados Unidos sobre feminismo radical y los tradujeron. También hubo representación del Partido Socialista y del Partido Obrero, que crearon nuevos espacios de reflexión para las mujeres.

Había dos vertientes: feminismo puro y feminismo y política. Walsh formaba parte de este segundo grupo. Junto a la escritora Angélica Gorodischer y la cineasta María Luisa Bemberg fueron las artistas representantes del movimiento más relevantes de la época.

En el artículo «Virginia Woolf y los secretos de la tribu femenina», Walsh escribió sobre el ensayo que la obsesionaba en su juventud, al igual que a Ocampo: «El cuarto propio es una metáfora de un ámbito mental, una manera de ordenarnos interiormente y escapar a la locura impuesta a las mujeres (y los pobres) por el discurso autoritario y represivo».

Fuente: https://www.cultura.gob.ar

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