Mis días con Malli

Una noche fría llegó a casa. Una cadena larga de gente muy querida por mí, fueron los eslabones que nos acercaron.
Me la pusieron en el regazo… directamente. Yo trabajaba en mi computadora, en mi escritorio, cuando me entregaron una bellotita color miel manchada de blanca crema batida, con tres grandes puntos negros en un hocico largo y puntiagudo, … era como presentar un postre.
Temblaba… me miró asustada, y pude ver que era preciosa y frágil como todo cachorro. Entonces le di un beso en la frente, le dije suavemente que era bienvenida a su nueva casa y que no debía tener miedo porque yo sería su papá. Me miró atentamente, con sus ojos oscuros e inteligentes, (después, con el tiempo, me iría dando cuenta que analiza todo, que procesa todo, y comprende todo a su medida); la puse en el piso, … dio uno… dos pasos, (tal vez hayan sido tres o cuatro), con algo de desconfianza, me miró y le dije “_andá conocé tu casa”, y fue hasta la puerta de esa habitación, mi escritorio, pero luego me miró volvió corriendo y me pidió “upa” como decimos los norteños, cuando queremos que nos carguen.

No le tomó más de tres minutos empezar a quererme, y no le tomó un más que segundo necesitar mi protección, y jamás dudó que yp le daría seguridad, amparo y que percibiría mi deseo que la mía, fuera también su casa.
Algo me dijo en ese momento que me hizo saber que seríamos inseparables. Hay en la ópera clásica “Lakmé” de Leo Delibes, una doncella que no mide su fidelidad a su ama y que se llama Malliká, así que, pues, pensé que ese sería un buen nombre también para ella… pero yo la llamo Malli o Mallikita. Y basta que lo diga para que venga sin titubeos, agitando su rabo y sonriendo. Sí, dije “sonriendo”, porque soy de los que creen que los perros han aprendido a imitar nuestros gestos.
Desde ese día, cuando suena el despertador, hay alguien que corre desconsideradamente por mis espaldas o por mi vientre, para cubrirme con una cascada de generosos lengüetazos que, en español significan “buenos días papá”, y sin titubeos me impone el compromiso diario del día en común.
Obviamente que, desde en ese día, mi cotidianeidad cambió totalmente.
Alguien rompe el silencio a ladridos, me reclaman alimento en horario, casi con pretensión gremial en tiempo y forma; y por educada que sea, en su rincón en el patio, hay que recoger todo lo que ya no le es necesario… ah y por muy cansado que esté siempre debo encontrar algún momento para jugar con ella.
Es decir, puras contras, y me río mientras lo escribo porque está tironeándome el brazo para que atienda no sé qué reclamo que tiene para hacerme. ¿Quién se resiste a esa mirada de ternura? ¿Quién rechazaría todo ese afecto sin medida o, más bien, entregado en la totalidad que tiene para dar? ¿Quién sería tan desinteresado? ¿Quién sería tan dulce? ¿Quién encontraría la inocencia en ese estado tan puro?

Todas esas preguntas, para usted y para mí, tienen respuesta, pero estoy seguro que hay otras preguntas que no pueden responderse, por ejemplo ¿Quién despreciaría una vida así? ¿quién arruinaría esa inocencia y esa capacidad de amar hasta la muerte si es preciso? ¿quién sería tan ruin como para maltratar un animal y despreciar su vida miserablemente?
Lamentablemente, si hay quienes lo harían.
El sentido de este testimonio es para que valores la presencia de una mascota en tu vida. Un callejerito, desprotegido, solito, despreciado y humillado, una mascota perruna, estoy seguro, puede brindarte más que un poquito de felicidad y de buenos momentos.
Cuidar una mascota, lo digo desde mi experiencia, incrementa tu sentido del compromiso con la vida que nos rodea y la responsabilidad de velar por otro ser que depende de vos, es por eso que, innegablemente, te hacen mejor persona.
Hace unos años, en Tafí el Valle, me explicó un lugareño, que lo primero que ellos le regalan a un hijo después de los 13 o 14, es un perrito. A partir de ese día ese niño será el responsable de alimentarlo y cuidarlo y de esa manera se irá entrenando para el día que deba cuidar y proveer a una familia propia desde el amor.
¿Alguna vez supieron de algo más sabio?
Los dejo con esa reflexión, debo irme, porque mientras me cebo unos mates, hay alguien que me exige un poco de alimento balanceado y tiene que ser ya, o habrá lío por aquí.
