¿Nos ha dejado, Mercedes Chenaut…?
Rotundamente, no. ¿Acaso mueren las palabras y en ellas los latidos de nuestros creadores? . Para Antonio Machado: “, mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros somos.” Consecuentemente, Mercedes Chenaut seguirá siendo, aunque haya ha partido de este mundo hace apenas unas horas. No en vano, desde el fondo de los tiempos el lenguaje se estructura con el espacio y los escritores por medio de las palabras intentan espejar el significado original de las cosas, como lo hizo Mercedes Chenaut, quien tras soportar una cruel enfermedad partió de este mundo hace apenas unas horas, pero siempre habitará entre nosotros merced su legado literario.
Mercedes Chenaut, nació el 19 de Junio de 1957. Licenciada y Profesora en Letras. Coordinadora, durante décadas del Grupo Literario » Animarse a Gritar”. Cofundadora de la revista literaria «A Turucuto». Formó parte en la década de los 90 del Centro de Información e Investigación en Literatura Infanto Juvenil, (CIILIJ) de la UNT como Profesora Asociada.
Ha publicado entre otros: «Elegí Un Tumor» (texto autobiográfico que da cuenta del recorrido por una enfermedad), «Testimonio De Un Elegido» (a caballo entre la literatura y la tarea del etnógrafo)
«Tremendas» , «Madres Terribles Y Otros Relatos Húerfanos«, obras que indagan, con desmesura y sin miedo -o con muy poco-, en el mundo de las mujeres. En prensa, el nada ortodoxo «Respuestas A Facebook y otros textos impúdicos».
Ha participado en múltiples antologías, revistas y diarios. Así mismo transitó por el universo de la radio, con un segmento llamado Literatura y Paz, en el programa «Paz en el mundo», fundado por Carlos Duguech, y en Borges por Radio, programa creado y conducido por la escritora y el mencionado escritor con el que obtuvieron el premio «Martín Fierro Federal en 2017, en el rubro Educación y Cultura.
Para Mercedes “su dios literario era Jorge Luis Borges”. Practicó y difundió la mencionada devoción durante décadas a través de publicaciones, charlas, seminarios, cursos, talleres y experiencias ortodoxas y heterodoxas.
“ Su lugar en el mundo, según sus propias palabras era Tafí del Valle. No en vano puso en valor la amada casa heredada de sus antepasados, Estancia Los Cuartos y la abrió al Turismo Rural y Cultural.
Mientras escribo sobre Mercedes Chenaut, he caído en la cuenta que Mercedes Chenaut no pude ser para mí del tema de una nota necrológica ya que el afecto proyecta sombras sobre la razón. Y vuelvo a ver a Mercedes como un ser más feliz con el toma que con el daca, que vivía para el pensamiento y la cultura, que recorría el mundo en busca de amigos y lectores y en medio de todos ellos estaba y estará ella, siempre. Hoy, dialogo con su Voz mientras le digo: ‘gracias Mercedes, a partir de su cuento: ,
LA VIDA ES UNA COLCHITA (1)
A mi nieto Joaquín y a sus compañeros y compañeras que me miraron con atención y sorpresa
Una mañana fría de julio, en una provincia del norte de Argentina, en una zona muy bonita que se llama Yerba Buena – atención, «Yerba»… «Buena»-. Hay que detenerse en los nombres porque uno los larga así, sin tomar consciencia: Yerba… Buena. Decíamos entonces, que una mañana de Julio, en Yerba Buena, Tucumán, en un país que se llama Argentina, bien al Sud del hermosísimo continente que nombramos América, un grupo de ojitos rodea a una mujer que está leyendo un cuento o algo semejante. Esa mujer parece que -todavía no estamos seguros- es la abuela de Joaquín. Ahora todos se dan vuelta y miran al pobre Joaquín que quizás piensa: ¡Ay, Dios, esta abuela que me ha tocado!!
Los ojitos de los que hablamos -tantos y buenos y preciosos- son una prueba flagrante de diversidad. Los hay chiquitos, grandes, redondos, oblicuos («oblicuos», digo, copiándole al gran escritor Borges a quien admiro tanto, porque pensándolo bien podría decir «rasgados») y, lo más importante, muchos de esos pares de ojitos son pícaros. Otros, indiferentes (diría que parecen aburridos. Quizás no les está interesando esto que escuchan). Algunos se muestran una pizca tristes.
A esos ojitos tristes se dirige más que nada este texto.
¿Qué pasa, ojitos? ¿Qué está sucediendo en sus vidas? Ojitos tristones que a veces se humedecen; ojitos que pican y llaman a las manitos para que los refrieguen y se note menos que están mojados, a ustedes les hablo ahora. ¿Qué pasó? ¿Hubo algún mal momento en la casa ayer, anteayer, ahora? ¿Alguien está enojado con alguien? ¿Alguien está enojado con vos? ¿Qué pasa con mamá y papá? ¿Qué pasa con el marido de mamá o con la esposa de papá? ¿Hay algún problema con las hermanitas o los hermanitos, están enfermos, o celosos; o se andan peleando mucho, a pesar de que se quieren tanto?
¿Qué pasa, ojitos, qué les está pasando, por qué están húmedos, por qué están tristes? ¿Hay algún dolor en el cuerpo, hay algo que molesta allí: habitan cuerpos muy peticitos o demasiado altos, o les gustaría ser más gordos o más flacos?
¿Hay algún amigo o amiga que les ha fallado, que les prometió algo y no cumplió o ustedes prometieron algo a un amigo o amiga y no pudieron cumplir, o se olvidaron de cumplir? Alguna abuela, abuelo, tía, tío… ¿andan medio enfermos?
Ojitos queridos, ¿acaso han quedado impresionados porque hay niños y niñas pidiendo en los semáforos y ustedes se han dado cuenta de que no tienen lo mínimo indispensable, que están descalzos, que han comido poco?
Tranquilos, dice ahora el cuento, les tengo una buena noticia. Todos los que nos sentimos felices y los que no, vivimos en un universo tibio, inmersos en una dimensión de temperatura perfecta, parecida a la de la panza de mamá, donde nos hemos alojado unos meses antes de entrar al mundo. Seguimos habitando un espacio calentito y amable.
La vida es pura calidez.
Si logramos darnos cuenta de eso, así como hace rato caímos en la cuenta de que «Yerba Buena» son dos palabras que nos hablan de una planta benéfica, de un yuyo, de una hierba capaz de dar gustito rico a la comida y hasta quizás curar algunos males, y nos hemos deslumbrado con la idea que proponen esas dos palabras: Yerba… Buena, así también podemos pensar que vivimos envueltos en una colchita suave, que la vida es eso, una manta que nos arropa y que aún en los peores momentos está actuando a favor de nosotros. Promete maravillas, nos impulsa a proyectar el futuro, a imaginar las aventuras que nos esperan, la vida que ya tenemos, difícil a veces, pero siempre preciosa.
Los invito, ojitos redondos, grandes, pequeños, rasgados, pícaros, tristones, a que esta mañana de cuentos con final feliz seamos capaces de levantar los párpados con ganas y alegría. Intentemos ver las cosas y sobre todo a la gente, con profundidad y compasión.
Les doy un último tip. Dice este cuento, el cuento que ahora narra la señora que soy yo, esta señora que se llama Mercedes y escribe desde que es muy chica y que se anda fijando en ¡cada cosa!… dicen ella y el cuento que ese tip consiste en que cada vez que algo no nos sale bien, cuando algo nos enoja, cuando algo nos hace doler el corazón, sepamos pedir un abrazo. Decir: Che, amigo, amiga, hermano, papá, seño, profe…. ando necesitando un abrazo ¿me regalás uno? y también que cuando nos demos cuenta de cierta tristeza en los ojitos de alguien cercano, no importa quién sea, seamos capaces de decirle: Che, amigo, amiga, papá, mamá, hermano, hermana, abuelo…ando con ganas de regalarte un abrazo.
Prueben y después me cuentan.
Del libro de Honoria Zelaya de Nader:
La Literatura Infantil y Juvenil en Tucumán (1816-2018).
Diccionario de Autores con Antología. Editorial Ciudad Histórica
Municipalidad de San Miguel de Tucumán. 2019