Arte y Cultura

Recordando el día de la alfabetización

Por Honoria Zelaya de Nader*
Había una vez un niño llamado Pedrín. Pedrín amaba los libros, era compañero de las palabras y muy especialmente amigo de las letras.
Miraba a la L y la encontraba coqueta y esbelta como las espiras de humo del horno de la abuela Eduviges cuando hace empanadillas de batata.
Se acercaba a la S, quien le recordaba la cola de su gato Poroto.
¡Qué decir de la i! ¡Todo un quiquiriquí!
Cuando veía a la O, el viento se transformaba en un corococó… En fin, cada una de las letras, eran para él, juegos y sueños.
Además, Pedrín, conocía la historia de todas ellas.
La A, le contó que ella había nacido del primer bostezo del Sol, día en el que se levantó con mucho sueño y bostezó ¡AAAAAAAAh!…
La B, le dijo que había salido del soplido de don Otoño, el día en el que se le ocurrió barrer las hojas secas del parque hacia la montaña.
La P, le comentó que provenía de una vaina de porotos y la M, de una montaña que se transformó en letra para escribir mamá. Tan grande llegó a ser la amistad, entre ellos que Pedrín decidió hacerles un regalo. El problema es que no sabía qué…
Preocupado lo interrogó a un sauce:

  • Dígame, Don Sauce, si usted fuese amigo de las Letras ¿qué les regalarías?
    El Sauce le contestó:
    -Vestidos elegantes para coquetear con elefantes.
    A Pedrín no le convenció la propuesta y se dirigió a don Río.
    -Oye, amigo Río, si vos fueras amigo de las Letras ¿qué les regalarías?’
    -Un concierto de violines, confites y chupetines.
    Pedrín pensó en las propuestas de don Río, pero no lo convenció.
    Decidió interrogar al Verano:
  • Oye amigo Verano, si fueras amigos de las Letras ¿Qué les regalarías?
    Don Verano, contestó:
  • Helados de frutilla, chocolates y vainillas.
    Pedrín pensó en lo propuesto por don Verano y tampoco lo convenció.
    Ya se disponía a interrogar a un Lapacho, cuando escuchó que alguien, le decía:
  • ¿Por qué no me preguntas a mí, que conozco más que nadie a las Letras qué les regalaría yo…? Pedrín, no sin sorpresa se dio vuelta y registró que la voz provenía de un libro de su abuela Eduviges. Y casi sin respiración le contestó:
  • Vamos a ver- ¿Qué les regalarías vos?
  • Una fiesta.
    Pedrín pensó en lo propuesto por el libro y esta idea… ¡Sí lo convenció!
    Decidió regalarles una fiesta y además obsequiarles: los vestidos propuestos por don Sauce, el concierto de violines, los confites y chupetines sugeridos por don Río, los helados de frutilla, chocolates y vainillas indicadas por don Verano.
    Y sin más dilaciones, la organizó.
    Te cuento que asistieron a la fiesta todas, pero todas las letras del mundo. ¡No faltó ninguna! Tanto que los libros, los cuadernos, los carteles de las calles, los pizarrones, las cajas de caramelos y hasta los grandes y los chicos se quedaron sin voz-
    Pero esa es otra historia. Sigamos con la fiesta.
    Fue tan, pero tan linda la reunión que Pedrín cayó dormido de tanto bailar.
    Ahora se lamentaba por no haber podido despedir a cada una de sus amigas con un beso. Suspiraba y suspiraba condolido cuando de pronto advirtió que tenía en sus manos, un libro, pero era un libro con todas las Letras desordenadas
  • ¿Te imaginas?
    Tratá de imaginártelo…
    El caso es que tras mirarlas decidió ordenarlas, cuando, ¡oh prodigio!, advirtió que se ordenaban solas.
    ¡Que ya formaban palabras…!
    ¡Pero no solo eso, ahora engarzaban oraciones…!
    Y Pedrín empezó a leer: Érase que era una vez…
    ……………………………………………………………………………………………………………… Shhhhh. ¡Silencio!, en este momento está naciendo un nuevo cuento.
    Así pues, Colorín, colorado, Pedrín y las Letras ha terminado.
    Del Libro. UN HUEVO ES UNA SORPRESA. Tucumán, 1985

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