Un fecha que nos hace un poco niños

«Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.»
Miguel de Unamuno
El Evangelio no dice que fueran tres ni que fueran reyes ni que fueran de razas distintas; la tradición, los siglos, la cultura popular hizo un asirio, un egipcio y un africano negro.
Tampoco sus nombres están precisados, y un axioma medieval asegura que lo que no está señalado en la Escritura es porque no es necesario, tanto como los musulmanes aseguran que si ya está escrito en el Corán está demás, y si no lo está es falsedad.
También en el Medioevo una directriz los señala como sacerdotes de una religión Zoroástrica y otras tradiciones tan extrañas que incomodan. Y sin embargo esta creencia, cargada de la belleza de lo bueno, es buena, justamente por su inocencia, y porque creo firmemente que los padres, en trío con Dios, convierten una noche en mágica a través del sortilegio de un juguete, herramienta única para la majestad del disparate y la fantasía de la niñez.
Por eso, en realidad, es que son tres, por eso son magos, por eso son y serán siempre, los encantadores más maravillosos que nos hacen mejores con sólo recordar el aroma del pasto recién cortado, la transparencia infantil del agua en la palangana, y el sigilo y el secreto de una noche que, entonces parecía que no termina nunca y que hoy sentimos que fue demasiado breve.
Feliz día de los Reyes para todos los niños, y los que aún lo son en su corazón.