A la ciudad de Monteros en sus 266 años

28 de agosto de 2020 María José Rodríguez

Ser monterizo no es simplemente haber nacido en Monteros, es sentirse orgulloso de ser parte de esta tierra, es reconocer sus perfumes, sus colores, sus poesías, sus cantos, sus zambas y chacareras.

Ser monterizo es extrañar si se está lejos, es emocionarse con la zamba a Monteros, con la tempranera. Un monterizo forma parte del Jardín de la República, de la provincia más chica del país, la cuna de la independencia, aun así, primero se es monterizo.

Ser monterizo es llevar en el corazón la banda roja de Ñuñorco, el rojo de Social o el naranja de Monteros Volley, es enarbolar las banderas de todas las instituciones que conforman la ciudad.

Ser monterizo es aquel que disfruta de la historia, de la poesía, de los héroes, de las zambas y chacareras, es gozar de nuestra feria de artesanías, del festival, del reencuentro de las vacaciones de verano, es celebrar la fiesta de la ciudad como si fuera propia.

Ser monterizo es respetar a quienes hicieron historia y cultura en esta bendita tierra. Recordar a Isauro y Arturo Arancibia, Julio Argentino Roca, Bernabé Aráoz, Electo Urquizo, José Sortheix, Josefa Diaz, Dionisio Campos, Manuel Aldonate, Márquez Alurralde, Tulio Ottonello, entre tantos otros que dejaron sus lazos para unir el pasado con el presente.

Ser monterizo no es una cuestión simple, es llevar en la sangre esta tierra formada entre el Pueblo Viejo, el Mandolo, el Romano y atravesada por El Tejar.