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Advertencia sobre las consecuencias canónicas y espirituales del cisma frente a la decisión de Daniel Molina de abandonar la Iglesia Católica

Daniel Molina -inhabilitado por 10 años- dejó la Iglesia Católica Apostólica Romana para unirse a un grupo conocido como «iglesia vetero-católica» y seguir ejerciendo como cura de forma pública.

Daniel Molina, sacerdote acusado de abuso sexual e inhabilitado por 10 años por el Obispo de la diócesis de la Santísima Concepción, monseñor José Antonio Díaz, decidió -para seguir ejerciendo como cura de forma pública- separarse de la Iglesia Católica Apostólica Romana e incorporarse a un grupo conocido como «iglesia vetero-católica».

Ante esto, el Arzobispado de Tucumán emitió un comunicado advirtiendo a los fieles sobre las consecuencias canónicas y espirituales tras la decisión de Molina.  

 

 Transcribimos comunicado enviado a los medios de comunicación con la firma de Mons. Carlos A. Sánchez, Arzobispo de Tucumán, Mons. José Antonio Diaz, Obispo de la Santísima Concepción y Mons. Roberto Ferrari, Obispo Auxiliar de Tucumán.

Frente a la pública decisión del sacerdote Daniel Molina de separarse de la Iglesia Católica Apostólica Romana para incorporarse al grupo conocido como “iglesia vetero-católica,” los obispos de Tucumán, como padres y pastores del Pueblo de Dios, nos vemos obligados de advertir a todos los fieles sobre la gravedad y consecuencia espiritual de los actos que rompen la comunión con la Iglesia.

La comunión eclesial, fruto del Espíritu Santo, es el precioso tesoro que hemos recibido del Señor y que debemos cuidar sobre todas las cosas. (cf. Jn. 17).

Ciertamente, el P. Molina fue exhortado, de diversas maneras, a no lastimar a la Madre Iglesia con un cisma.  Su última respuesta fue que se trataba de una decisión indeclinable.

Dicha decisión hace al p. Daniel incurrir en el delito de cisma, lo que significa, ruptura de la comunión con la Iglesia y él mismo se aplica la excomunión. (Can. 1364).

Del mismo modo, todos los fieles que, acompañen la decisión de dicho sacerdote, incurren en el mismo delito, rompiendo la comunión eclesial.

No obstante, esta dolorosa situación puede sanarse con un humilde y publico acto de retractación que restituya la comunión dañada y los reincorpore a la Iglesia que siempre los estará esperando. La censura eclesiástica no es una condena irrevocable sino que es un doloroso llamado de una Madre a volver a la paz de la comunión, que está por encima de cualquier cosa. Por eso, como pastores preocupados del bien espiritual de los fieles, queremos exhortar, a toda la feligresía, a que no lastimen más el cuerpo de la Iglesia con el escándalo de un cisma.

Rezamos para que el Espíritu Santo ilumine al P. Daniel y a sus seguidores para que, con humildad, vuelvan a la  comunión plena con la Madre Iglesia, camino dejado por el mismo Jesucristo para alcanzar la Salvación.

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