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Constancio C. Vigil y un profundo mensaje para la Navidad

Dr. Marcelo Bianchi Bustos Vicepresidente de la Academia de Literatura Infantil y Juvenil y Director del Departamento de LIJ del ILCH

Dedicado a Honoria Zelaya de Nader

Constancio C. Vigil acompañó a los niños, jóvenes y adultos en los distintos momentos de la vida con su literatura. Mal que les pese a algunos que hablan de su obra sin haberla leído en su totalidad, sus personajes pueblan el inconsciente colectivo de muchos lectores adultos (y aun de muchos niños pues su obra se sigue reeditando) que al pensar en él recuerdan tanto a la revista Billiken como a sus personajes entrañables, el Mono relojero, Misia Pepa, la Hormiguita Viajera, y tantos otros. Todos estos personajes poblaron las infancias y los llevaron a imaginarse cada una de las historias que este gran escritor creo.

Él, con su obra, estaba presente en las distintas festividades pues era un regalo “esperado” por los niños y las niñas que deseaban que algún adulto les regalara esos hermosos libros con tapas de color naranja. Acompañaba con la profundidad de sus textos el día de día de miles de niños de los distintos países de habla hispana e incluía en sus lecturas a animales del continente americano, a personajes similares a los que cualquiera podía ver en el mundo real y además textos para las fiestas religiosas y las cívicas. Este escritor profundamente religioso y americano, tal como se definía, escribió “PLEGARIA DE NOCHEBUENA”, un texto que fue publicado en su libro El erial de 1915 pero además en un folleto editado Editorial Atlántida, siendo un escrito que muchos desconocen y que está prácticamente olvidado. Se trata de una publicación corta que no debe pensarse de forma aislada sino como parte de un conjunto mayor, al lado de los maravillosos tomos de su Vida espiritual.  Para muchos es una literatura pasada de moda, que está fuera del canon; para otros – entre los que me incluyo – se trata de una literatura que sentó las bases a toda la Literatura Infantil y Juvenil de América Latina y por sus aportes creo que se trata de un verdadero clásico.

Los invito a conocer este texto de Vigil que tal vez sea el disparador para volver a leer su obra:

PLEGARIA DE NOCHEBUENA

“Y aconteció que, estando ellos allí, se le cumplieron los días en que había de dar a luz, y nació su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y lo acostó en el pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”.

Nace un niño y muere otro a cada golpe que da la sangre en nuestras arterias, y si la humanidad está hoy de fiesta por uno que nació hace veinte siglos, forzoso será creer que ese niño inolvidable ha sido inmensamente grande.

Creció y fue siempre humilde, sin dejar de ser valiente hasta el supremo heroísmo; fue pobre hasta no tener donde reclinar su cabeza; pero prodigó a raudales los tesoros de más precio, enseñó, alivió, curó, rondando por aldeas y ciudades, hasta que al fin lo mataron aquellos “en quienes no había caído su palabra”.

Como alguien le dijera ”Maestro bueno”. Él repuso: “¿Por qué me dices bueno? Ninguno es bueno, sino uno: Dios”. Mas sí Él ni siquiera quiso que un solo hombre le llamara bueno, bueno le han dicho y bueno le dirán tantos millones de hombres como arenas tiene el mar.

¿Qué buscan los reformadores que se han sucedido en estos diecinueve siglos y en los siglos que antes fueron? Nada beneficioso para el hombre, que no haya salido en palabra armoniosa, bella y pura de la boca de Jesús.

Y en la absoluta abnegación por el ideal, ¿Quién lo ha igualado?

¿Quién como Él tuvo amor para sus enemigos, hizo bien a sus perseguidores y murió pidiendo al cielo el perdón de sus verdugos?

Aquellas multitudes semibarbaras, amamantadas en la crueldad, enceguecidas por los bajos instintos, iban en pos de Él, cautivas de su mirar sereno y su palabra armoniosa, como sedientos detrás de un cántaro de agua fresca. Parábase Jesús y les decía: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Y a raudales bebían amor en su corazón, mientras Él dulcemente les decía: “Bienaventurados los tristes, los mansos, los que tienen hambre de justicia. Los misericordiosos, los de limpio corazón”.

Sobre los expoliadores y parásitos su palabra caía cual vivo fuego, porque Él nunca temió a los poderosos.

No todos los que dicen ser discípulos de Jesús saben quién fue éste formidable revolucionario. ¡Pero menos aún lo han comprendido aquellos que prosiguen en los siglos la triste obra de injuriarlo!

Muchos hay que tienen sed y que no saben adónde irán a beber el agua que la quita, y que parecen malos, porque la engañan con vicios o con licores que creen de sabiduría –los que un instante la aplacan, y luego vuelve más devoradora aún.– ¡Decid a los sedientos de toda condición que se incorporen a aquellas multitudes que seguían a Jesús y, renovadas sin cesar, lo siguen todavía!”.

Constancio C. Vigil.

Si bien la lectura le pudo parecer un poco complicada a algún lector, mi deseo fue presentar sin modificar el texto tal como fue escrito hace ciento cinco años. El inicio como se puede leer es una cita bíblica pero a ésta le sigue una profunda reflexión y un llamamiento a los hombres a conocer un mensaje muy profundo. Más allá de lo religioso que es el centro de la obra, hay un llamamiento de tipo moral a todos los hombres y mujeres del mundo. Los valores que se mencionan son universales y tienen que ver con el propósito de Vigil que se lee en un epígrafe de su libro al citar las palabras de La Bruyere quien decía “Hay muchos más espíritus que tierras son cultivar”. Este texto se propone cultivarnos, hacernos pensar y nos lleva a resignificar una festividad que en el contexto de este año tiene que ver con un renacer.

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