Iniciativa para reducir el costo de la leche del productor al consumidor
Técnicos del INTA, en alianza con investigadores de la Universidad de Buenos Aires, desarrollaron una ensachetadora con un mecanismo de pasteurización para volúmenes chicos.
En la Argentina hay un dato está fuera de cualquier discusión: el precio de la leche no tiene relación con los costos de producirla.
El consumo de lácteos es objeto de un debate con fervientes defensores y detractores, pero en la Argentina un dato está fuera de cualquier discusión: el precio de la leche no tiene relación con los costos de producirla. Ni con el mercado interno. Y esto pasa, básicamente, desde que un pequeño número de empresas controlan su comercialización. Enormes en su capacidad de imponer reglas de juego, pagan a los productores 17 pesos por el litro despachado a pie de tambo. Tras ser industrializada, la leche llega al supermercado con un precio que cuadruplica el original. Un sachet de primera marca cuesta 50 pesos; 75 si se compra un cartón.
En respuesta a este fundamental problema vinculado a la seguridad alimentaria, técnicos del INTA, en alianza con investigadores de la Universidad de Buenos Aires, desarrollaron una ensachetadora con un mecanismo de pasteurización para volúmenes chicos.
Con la ensachetadora se busca aumentar los ingresos de los tambos familiares, o en otras palabras, que puedan zafar de malvender su producción. La idea es, también, que en manos de pequeños productores y organizaciones sociales, las ensachetadoras abaraten el precio de la leche. El cálculo es que, del productor al consumidor, el precio puede bajar hasta un 40 por ciento.
“A principios de año, el INTA publicó esta propuesta en los medios. Recibió enseguida más de 150 consultas de pequeños y medianos productores”
Maria Torena una pequeña productora de la provincia de Buenos Aires expreso al respecto: “El ensachetado le va a dar valor agregado a la producción: ganaríamos un poco más», anticipa. «La idea es vender nuestra producción de leche en la zona y con eso mejorar los ingresos”. María está segura de que no les van a faltar compradores, porque el ensachetado local permite abaratar el precio, pero también porque la producción artesanal da mayores garantías de que la leche sea leche y no algún producto estirado con agua y almidón. “Hoy en día, con todos los alimentos lácteos que hay en los supermercados, símil leche, ya no sabes qué terminas consumiendo. Nuestra leche va de la vaca al sachet y se pasteuriza. No le agregamos ni le quitamos nada”.
Mercados de cercanía.
Desde el sur bonaerense habla uno de los padres de la criatura, Sergio Justianovich. Ingeniero industrial e integrante del INTA, fue uno de los responsables del diseño (en un proceso que, aclara, necesitó de alinear muchos actores). “Recuperamos un procedimiento que la industria dejó de usar porque no convenía para la producción a gran escala. La leche primero se ensacheta y luego se pasteuriza, en un camino inverso al empleado hoy. Justianovich señala que se trata de un sistema, no es sólo una máquina.
El INTA con sus oficinas territoriales va a hacer el acompañamiento de los productores. El ministerio previó además que quedara resuelta la comercialización. Algunos ya tenían canales de venta desarrollados, porque participan de redes de comercio justo; otra vía es la de vender en los barrios de los mismos tamberos. Y algunos municipios participaron de la propuesta porque tienen ferias o quieren abastecer sus comedores con productos sanos a buen precio. En todos los casos se trata de un esquema de mercados locales, ya que el plan es que el sachet de leche no viaje más de 5 kilómetros. En este momento, en sus tramos más largos de comercialización, la leche llega a viajar 750 kilómetros, revela el entrevistado.
El proyecto comenzó en 2011. Pasaron casi 10 años para que lograra concretarse, lo que da una idea de cuánto tienen que remarla quienes se embarcan con estas propuestas que hacen al consumo racional y a una mejor distribución de los ingresos, pero que van a contracorriente de los procesos de concentración. Su escala es por ahora mínima; a favor, puede apuntarse que la patente para fabricar las máquinas quedará abierta.
Nota: Sergio Mazza Figueroa (colaborador PAD)