Literarias: Nuestra realidad

Por María Antonia Nuova
Caminaba pensativa entre los gigantescos y gloriosos árboles que enraizan con sorprendente vigor en las regiones selvática de mi provincia.
Les hablaba. Los acariciaba. Nos abrazábamos.
Sí. Todo era belleza y encanto, no obstante muy adentro de mi corazón latía una gran tristeza.
De pronto necesité hablar con el Creador y lo hice:
-Dios, ¿por qué esta tremenda pandemia la que nos castiga a todos, sin respetar edad, sueños, esperanzas…?

Día a día, a causa de este maldito virus el cielo se tiñe de gris y atraviesa el mundo alterando climas, suelos, mares, ríos, en fin… azotando a la naturaleza toda con tanta violencia, con tanta impiedad que ante tan nefasta realidad, nuestras vidas se tornan tragedias y vivimos con la terrible impotencia de ser la próxima victima de tan catastrófica pestilencia y peor aún, con la dolorosa imposibilidad de no poder brindar nada a nadie para aliviar el cataclismo.
Además ¡cuánto dolor generan los encierros, la soledad, la ruptura del orden social, los miedos, el temor a la muerte, sentimientos todos que no sólo dañan nuestros cuerpos sino que entristecen el alma.

Claro está, Señor Dios, que desde el Génesis y a lo largo de todos los tiempos hubo pestes, que los muertos a causa de tales males son infinitos, como así mismo que siempre han sido superados… realidad histórica que asumida en perspectiva nos permite pensar … tal vez mañana encontraremos el camino para liberarnos de este mal.
¡Ojala, Señor, así sea ! Que pronto suceda el poder superar tan maligno virus para poder ser libres, para caminar por el mundo, para prodigar abrazos fraternos, para encontrarnos con nuestros amigos y poderles decir:-¡TODO PASÓ!
Te hablo, Señor, desde la esperanza y el deseo infinito de calmar esta realidad que nos está destruyendo.
¿Acaso, el mundo entero no está preso de él?
Sí. Preso, pero no rendido -escucho decir a un Ángel- porque siempre estará viva nuestra esperanza en vos.

Seguí caminando en silencio. Advertí que había llegado a un claro del camino. A un reino de Luz y mi transito se transformó en una gran alegría.
¿Y esto? Es que mis tenebrosos y desesperanzados pensamientos se estaban transformando. ¡Se transformaron! No en vano desde lo más profundo de mi alma me dije:
No más tinieblas. Caminaré hacia la Luz de la Vida. Ese albor que tras haber derrotado a esta pandemia nos espera, lo que sin dudas ocurrirá.
DEL LIBR0: La Peste en el Decurso de una vida.
Editorial CGCET, 2020
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