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Reflexiones a 10 años del fallecimiento de María Elena Walsh, por Alicia Origgi

Yo me nazco, yo misma me levanto,

organizo mi forma y determino

mi cantidad, mi número divino,

mi régimen de paz, mi azar de llanto.

Establezco mi origen y termino

porque sí, para nunca, por lo tanto.

Soy lo que se me ocurre cuando canto.

No tengo ganas de tener destino.

María Elena Walsh

por Alicia Origgi

El 10 de enero se cumplen diez años de la desaparición física en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de María Elena Walsh, nacida en Ramos Mejía el primero de febrero de 1930. Su papá, Enrique, era inglés y había enviudado con cuatro hijos varones; se casó con Lucía Monsalvo con quien tuvo a Susana y a María Elena. Él cantaba, tocaba el piano, el violonchelo y el mandolín. María Elena tuvo una infancia feliz, trepada a los árboles, aprendió a leer jugando a los cinco años en casa de su vecina, “la nona”. El papá les cantaba rimas y adivinanzas en inglés y español y les inculcó el amor por la lectura: Dickens, Julio Verne, Perrault, Lewis Carroll, entre otros. M.E.W. gozaba imitando a los cantantes y zapateadores del cine americano.

En su vida realizó muchas actividades, todas relacionadas con el arte: poeta, traductora, guionista, compositora, cantante y actriz.

Se recibió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, pero desde joven se sintió atraída por las “cárceles del verso”. Con el padrinazgo de Augusto González Castro publicó a los quince años sus poemas en la Revista “El Hogar”. Otoño imperdonable, su primer libro de 1947 fue distinguido con un Premio Municipal de Poesía. Así comenzó a frecuentar el ambiente literario, donde conoció a los poetas más célebres de ese momento, incluyendo a María Granata, María Alicia Domínguez, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina y Victoria Ocampo, Horacio Armani y Javier Fernández, entre otros.

Su primer libro recibió el elogio de dos escritores que ganaron el premio Nobel: Pablo Neruda y Juan Ramón Jiménez. Éste y su esposa Zenobia Camprubí la invitaron a su casa en Maryland, Estados Unidos, donde asistió a la Universidad con una beca, durante seis meses, con permiso de su madre, a los 18 años. Su vínculo con Juan Ramón Jiménez fue descripto por Walsh en numerosos testimonios, cito el de su último libro Fantasmas en el parque: “Él existe de tal modo que parece robarnos el aire y el tiempo. Languidecemos a su lado como si su fuerza poética nos aplastara. Sólo así puedo evocar la presencia física de Juan Ramón. Nos nutre, pero nos paraliza…”

María Elena a los veinte años escapa a todo lo que se esperaba de una joven de ese momento y dejando en Buenos Aires a su novio Ángel Bonomini, decide un viaje a Europa. En esa época eran pocas las personas que viajaban. Cruza en tren la cordillera de los Andes para ir a Chile y embarcarse en el Reina del Pacífico que salía de Antofagasta. Comenta en Fantasmas en el parque: “La escritora chilena Margarita Aguirre me esperaba en la estación ferroviaria de Santiago de Chile para llevarme a la casa de su amigo Pablo Neruda, invitada por él a pasar dos días allí, en mi camino a Europa”

Recorre Perú, Colombia, Canal de Panamá, donde encuentra a la folkloróloga tucumana Leda Valladares para seguir viaje rumbo a Jamaica, Cuba y Bermudas, donde tenía poetas amigos. En el barco, durante la travesía, ensayan con un bombo y una caja ritmos folklóricos y se constituyen en el dúo “Leda y María”. Después viajan a La Coruña y luego a La Rochelle en Francia. De ahí, van en tren a Paris. En la ciudad luz, que estaba en plena posguerra, trabajan cantando música folklórica en distintos cabarets, donde conocen a Jaques Brel, Charles Trenet, Ives Montand, Barbara, Juliette Greco, Charles Aznavour y a la Piaf. Reciben el apoyo del público y graban varios discos en Londres y París. Conocen Alemania y Bélgica, siempre difundiendo nuestro folklore.

Cuando regresan a Argentina, recorren con el dúo las provincias del noroeste, recogiendo coplas y canciones originarias. María Elena trae de Europa los versos para niños que todavía no publica pero que le nacieron “pegados a la música”. En sus palabras: “La patria es querida y añorada como la niñez, y quizás por eso, por nostalgia, por ganas de volver a jugar en mi propio idioma, empecé a escribir versos para chicos.”  

Walsh fue la primera en tomar la literatura para niños, el teleteatro, la película apta para todo público y la canción popular que en los ’60 fueron considerados subgéneros de consumo masivo, para convertirlos en un espacio para la reflexión que provocan el humor y la trasgresión del orden existente, difundiendo poesía en un registro coloquial. Esto le valió el desprecio de muchos poetas que no vieron lo revolucionario de su postura. MEW emplea los modernos medios de comunicación durante esa década y la siguiente, para difundir sus creaciones; es pionera en grabar sus poemas musicalizados por ella y narra sus cuentos en discos de vinilo.

Esta es la foto de un poema de María Elena Walsh que apareció el 21 de septiembre de 1945 en la Revista El Hogar, cuyos derechos cedió gentilmente Maximiliano Walsh, sobrino nieto de la escritora y heredero de la música de la autora, junto con su hermana, a la autora de este artículo, Alicia Origgi, quien lo da a conocer en forma exclusiva e Prensa Activa Digital

Inaugura con las comedias musicales: “Canciones para mirar “(teatro Gral. San Martín, 1962) y «Doña Disparate y Bambuco» (1963) otra era en espectáculos infantiles, expresando una necesidad suya de unir el juego, el lenguaje y la música. Para hacernos una idea más precisa de su popularidad: además de las canciones infantiles grabadas con CBS y de su trabajo en Canal 13 como guionista de teleteatro, de sus discos Canciones para mirar y Canciones para mí se venden más de diez mil copias por título figurando entre los autores más vendidos del país; su libro Tutú Marambá alcanzaría, en 1968, su novena edición. Todo esto, teniendo en cuenta que era una artista fuera del “sistema”, es decir que financiaba sus propias ediciones de libros y grababa los discos en modestos estudios que le permitían abaratar los costos y de esa manera resultar más accesible para todo el público.

El disparate o nonsense es un componente básico de la Literatura infantil de María Elena Walsh. El disparate destierra todo lo que sea moraleja, ya que utiliza el humor como instrumento para romper con los estereotipos de una literatura pensada para edificar al niño, para adoctrinarlo, en el lenguaje adulto. En la década en que Walsh publica su obra para niños en el país imperaban la represión política y social y perduraban la censura y la autocensura. No se percibió en el momento la revolución copernicana que implicaban sus textos. El absurdo, el disparate y el sinsentido no son una mera pátina formal ni un juego carente de sustancia, implicaron un distanciamiento de las reglas del mundo “real” donde impera la lógica, la misma que da origen a las jerarquías, la burocracia, al consumismo y a la guerra. Invitan al lector y al mismo tiempo lo modelan apuntando a construir otros mundos posibles a partir de la polisemia del lenguaje, para descubrir y recrear, fuera del armado de la lógica que todo se puede procesar de diferentes modos. Su vida fue un testimonio de esa actitud libertaria.

Ella aprende del folklore una sencillez poética que aplica tanto a la literatura infantil y a su libro de poesía para adultos Hecho a mano, como a su cancionero. Busca en el folklore tradicional, fundamentalmente argentino, los ritmos y el tono que más le atraen.

En el cancionero de MEW confluyen Trenet, con su lenguaje diferente, poéticamente rico, Brassens y los franceses de posguerra, con el concepto de un arte popular anticonformista; Guthrie y Brecht, con la práctica de un arte social, pero no negado poéticamente; la tradición folklórica, con la pertenencia simultánea a un presente y a un pasado, junto a la sencillez expresiva; y los movimientos de los años 50 y 60, que la afirman en su pacifismo y feminismo. El gran aporte de la canción de Walsh está en lo que nos dice sin decir, en obligarnos a escuchar y a pensar en la forma y el contenido de las letras, en hacernos reflexionar sobre nuestra realidad individual dentro del contexto histórico-social en que vivimos.

En la década en que presentó sus espectáculos, de 1968 a 1978, la Argentina pasó de la dictadura, iniciada con Onganía en 1966, al triunfo y la derrota del peronismo. En 1978, María Elena informaba a la prensa que no seguiría componiendo ni cantando. A diez años del estreno de su espectáculo “Juguemos en el mundo”, la juglaresa de Buenos Aires, había decidido no jugar más. Entre el ’76 y el ’78 las presiones de la censura eran muy fuertes.

Para el gobierno militar María Elena era una figura molesta, pero pasó a integrar las listas negras del régimen a partir de su artículo Desventuras en el País Jardín de Infantes, publicado en el diario Clarín del 16 de agosto de 1979.

En este artículo denuncia el tema de la censura como mecanismo paralizante y compara a todos los habitantes del país con niños, ya que ninguno puede ejercer sus derechos libremente: “En lugar de presentar certificados de buena conducta o temblar por si figuramos en alguna “lista”, creo que deberíamos confesar gandhianamente: sí, somos veinticinco millones de sospechosos de querer pensar por nuestra cuenta, asumir la adultez y actualizarnos creativamente, por peligroso que les parezca a bienintencionados guardianes.”1

En ese período oscuro su coraje cívico iluminó a muchas personas. Defendió los derechos humanos y era partidaria del Mahatma Ghandi y de Martin Luther King, líderes de la no violencia mundial. Fue una feminista y lo manifiesta en sus numerosos artículos periodísticos, poemas y canciones. Escribió para “Clarín” y “La Nación”, dos de los diarios de mayor tirada y prestigio de la República Argentina y también en la Revista Sur, que dirigió Victoria Ocampo. Participó en el directorio de SADAIC, Sociedad Argentina de Autores y Compositores. Sus canciones se resignificaron durante el regreso de la democracia, como “La Cigarra”, cantada por Jairo o “El país de Nomeacuerdo” que es el leit motiv de la película argentina ganadora del Oscar, “La historia oficial”, del director Luis Puenzo.

María Elena ha tocado una cuerda muy profunda a la que pocos elegidos tienen acceso y casi nunca en forma masiva. Su obra ha sido traducida entre otros idiomas al inglés, francés, al hebreo, al italiano, al sueco, al finés, al guaraní y al danés. Numerosas escuelas, bibliotecas y plazas de la Argentina y el Uruguay llevan su nombre, como por ejemplo la Plaza María Elena Walsh en el Barrio San Cayetano, de Gral. Roca, Río Negro y la Plaza Manuelita en la ciudad de Pehuajó. Sus canciones fueron grabadas en discos, casetes, CD, reeditadas e incluidas en repertorios de grandes intérpretes internacionales. Sus comedias musicales para chicos se siguen representando con éxito.

Su amada compañera, la fotógrafa Sara Facio, es la heredera de su propiedad intelectual y ha creado la Fundación María Elena Walsh para continuar con su legado:

https://fundacionmariaelenawalsh.net.ar/

Dice Bettina Caron: “Me atrevo a decir que ella reproduce en su obra, hablando no sólo de su literatura, que ya es mucho, sino, además, de su legado sociocultural, su propia trayectoria de vida y de lectora en relación a su infancia y de allí, la visión y la impronta que le da a la literatura infantil. Creo que su legado posee también la perfección sincera del artista que escribe como cree, vive y piensa.”

María Elena nos ha dejado, pero el tesoro de su poesía pertenece al imaginario colectivo de los argentinos y al conjuro de su palabra volverá nuevamente a estar entre nosotros, como la cigarra, mientras haya un niño y un padre que le cante al oído, “porque el idioma de infancia es un secreto entre los dos”.

1 WALSH, María Elena: (2004) “Desventuras en el País-Jardín de Infantes, en: Viajes y homenajes. Buenos Aires, Biblioteca de Bolsillo, p.122.

ALICIA ORIGGI

Es maestra Normal Nacional. Otorgado por el Colegio Ward.

Profesora de enseñanza secundaria, normal y especial en letras.  Otorgado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1976.

Licenciada en letras  Otorgado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, año 1993.

Especialista diplomada en Procesos de lectura y escritura por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en el marco de la Cátedra UNESCO para el mejoramiento de la calidad y la equidad de la educación en América Latina con base en la lectura y la escritura,  desde una perspectiva discursiva e interactiva, año 2011.

Tiene un listado extenso de premios y distinciones ha realizado numerosas publicaciones dentro de su especialidad y de literatura.

Ha sido miembro de TALIJ (Taller de lectura y escritura sobre temas de Literatura infantil) que dirigió Susana Cazenave, en 2002-2004.

Ha sido miembro de la comisión directiva de ALIJA (Asociación del Libro Infantil y Juvenil de Argentina) en el período 2004-2005.

Ha sido miembro del Comité organizador de la Feria del Libro infantil y juvenil que organiza en Buenos Aires la Fundación El Libro.

Es Miembro de Número de  AALIJ, Academia de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina, que dirige la Prof. Graciela Pellizzari desde 2019. Ocupa el sitial de María Elena Walsh.

Ha sido Directora hasta diciembre de 2017 de la revista virtual “Miradas y voces de la LIJ”. (ISSN 23449373) perteneciente a la Academia de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina, (ALIJ) En: http://academiaargentinadelij.org/

Actualmente dicta el Taller de Lectura y Escritura para la Escuela Primaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en el marco de la Cátedra UNESCO para el mejoramiento de la calidad y la equidad de la educación en América Latina.

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