San Martín vivió 4 meses en Tucumán y con Belgrano definió el plan continental
Una parte de la historia que no se reflejó en los estudios de la gesta patriótica fue que Tucumán siempre albergó los momentos más decisivos. Un detalle no menor fue que José de San Martín y Manuel Belgrano compartieron durante 4 meses la hospitalidad de los tucumanos y decidieron juntos la estrategia militar para doblegar a las fuerzas realistas, en lo que se conoce hoy como el Plan Continental.
El historiador tucumano José María Posse Posse narra puntualmente que: Los historiadores de los siglos XIX y XX, poco han valorado la importancia de la estadía del General José de San Martín, durante los cuatro meses que estuvo en Tucumán. Se hace foco en su enfermedad y de las semanas que pasó recuperándose en La Ramada de Abajo, pero nada se habla de lo que aquí se decidió.
Cuando San Martín sucede en el comando del Ejército del Norte al General Manuel Belgrano, en enero de 1814, estableció su cuartel general en San Miguel de Tucumán y le pidió a don Manuel que se quedara a su lado, al mando de tropas. Fue sin duda en esos cuarenta días en los que conversó (por primera y única vez en su vida), personalmente con Belgrano, donde comprendió la real situación de la Región. Gracias a ello terminó de estructurar lo que se conoció como el Plan Continental.
Sin duda alguna, fue Belgrano quien le dio detalles de la situación real de la revolución en el Alto Perú ( actual territorio de Bolivia), del poco apoyo que tenía el Ejército del Norte allí, luego de los desaciertos del Ejército Auxiliar al Alto Perú comandado por Castelli y que enemistó al pueblo llano contra los porteños. También le advirtió acerca de la geografía áspera, las dificultades de aprovisionamiento, la falta de mulares y caballadas en la cantidad que se requería para atravesar esas inmensidades desoladas y qué decir de la insuficiencia del armamento necesario.
Todo ello decidió al General San Martín, un hombre práctico como pocos, acerca del rol de los pueblos del Norte en su estrategia final.
Tucumán entonces debía convertirse en el límite septentrional de La Revolución, tal como lo manifestaba Manuel Belgrano, con la razón del éxito de la batalla reciente. Era allí donde debían ser detenidos una y mil veces los avances españoles. Si Tucumán caía, el corazón del país quedaba a merced de la furia vengativa de los realistas.
El límite norte no sería ya el Río Desaguadero perteneciente a Bolivia, sino la provincia de Jujuy.
La señalada frontera debía mantenerse “caliente”, la guerra de guerrillas se hacía entonces esencial. Se debía contar con una “plaza fuerte”, y además con grupos guerrilleros que hostilizaran a las tropas realistas que amenazaban ingresar por el actual territorio boliviano. Tucumán, como cabeza del teatro de operaciones, nutriría de armamentos y vituallas a las tropas de combatientes adiestrados, especialmente a los gauchos de Jujuy y Salta que conformarían la primera línea de batalla.
De esa manera, él tendría el tiempo suficiente de formar un ejército en Cuyo, y desde allí cruzaría los Andes para liberar primero a Chile y luego embarcar tropas para atacar el Perú, y conseguir apoderarse de su capital, Lima.
Convencido de ello, el 30 de enero, San Martín brinda un discurso al pueblo tucumano reunido:
“Valientes tucumanos, los lances de la guerra han traído de nuevo a vuestro seno a los soldados de la Patria, con quienes os inmortalizasteis el año anterior. Tucumán es el teatro de los héroes. Yo os felicito ya, por los triunfos memorables que nos esperan. El enemigo humillado en vuestro recinto, recuerda con horror el nombre tucumano: la sangre, la ruina y la desolación de vuestro Pueblo ocupa su atención primordial. Haced conocer al mundo que en vuestros hogares está fijado el dique que debe contener su irrupción. Constancia, unión, tucumanos, y apareceremos invencibles. Yo vengo a trabajar entre vosotros, Fijaos en los deseos y en los esfuerzos que os prometo, las esperanzas que os da un compañero. Unido el Ejército a mi mando con vosotros, ¿tendrá la Patria a quién temer?[1]
Lo primero que hicieron junto a Belgrano fue pedirle al Director Supremo, Gervasio Antonio de Posadas, que separara políticamente a Tucumán de Salta, de quién dependía jurisdiccionalmente. La clase dirigente salteña era mayoritariamente realista, además la ciudad estaba amenazada constantemente por los ejércitos enemigos.
Como primer gobernador hicieron elegir al Coronel Mayor don Bernabé Aráoz, quien había demostrado su patriotismo y extraordinarias dotes como organizador y caudillo durante las batallas de Tucumán y Salta.
San Martín y Belgrano, colaborados estrechamente por Aráoz, trabajaron entonces en la construcción de una fortaleza, que luego los tucumanos llamarían “Ciudadela” (ciudad pequeña) en las cercanías del Campo de las Carreras. Allí se apostarían tropas en permanente adiestramiento. La idea era también que nunca se supiera el número total de los soldados alojados dentro de sus paredes. Ello distraería importantes tropas del Ejército Realista en la frontera Norte, desguarneciendo la capital Lima, que era como ya vimos, el objetivo final del Libertador. La estrategia funcionó a la perfección y ayudó al éxito final de la operación.[2]
La población de Tucumán, que no llegaba a 7.000 habitantes en 1814, durante años alimentó y sostuvo a un ejército de 2.500 hombres acantonados en el fuerte de La Ciudadela. Además nutrió el contingente militar, con jóvenes de toda la provincia. Uno de los tantos esfuerzos del pueblo tucumano en favor de la Revolución.
Fortalecida Tucumán, quedaba asimismo la determinación acerca de quién sería el hombre fuerte en Salta y Jujuy. Fue entonces cuando el genio militar de José de San Martín se fijó en un salteño que no había tomado parte de las batallas de Tucumán y Salta, me refiero a don Martín Miguel de Güemes. San Martín le encomendó la difícil tarea de conformar escuadrones de gauchos para hostilizar a las tropas realistas apostadas en la frontera.
La idea era desgastarlos con ataques sorpresa, nunca confrontarlos en batallas campales. Incendiar sus vituallas, capturar sus oficiales, distraer sus partidas, desorganizándolas. Aquellos montes espesos debían convertirse en el colchón donde se amortiguaría cualquier impulso invasor. [3]
Así las cosas, Aráoz desde Tucumán manteniendo el centro de operaciones activo, Güemes desde Salta y el Comandante Manuel Eduardo Arias desde Jujuy dando combates permanentes, consumaron a rajatabla la tarea encomendada. Se convirtieron entonces en baluartes revolucionarios, permitiendo que el General José de San Martín desde el Sur y el General Simón Bolívar desde el Norte, consiguieran la libertad de América.[4]
José María Posse
Instituto Belgraniano de Tucumán.
AGRADECEMOS LAS ILUSTRACIONES AL ARTISTA TUCUMANO CÉSAR CARRIZO y a la JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE LA PROVINCIA DE TUCUMÁN.