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Un amable encuentro con el dramaturgo y director Fernando Ferrer, autor de «La fiesta del viejo»

En una época en la que la preservación de los valores de los grandes clásicos se ha convertido en una demanda frecuente, es notable cómo tanto los actores como el público reclaman las adaptaciones, en este momento tenemos en escena «La fiesta del viejo» de Fernando Ferrer sobre «Rey Lear» de William Shakespeare con dirección de Ricardo Salim, una oportunidad para reencontrarnos con el teatro posconfinamiento.

Estas singulares reescrituras son necesarias e importantes, no sólo porque mantienen vivo un título que puede ser ya parte de la historia, sino porque permiten la amplia comprensión de sus contenidos, en ocasiones, encriptados en las modalidades de otros tiempos, otras épocas.

Hace unos días se realizó el estreno en nuestra provincia la pieza teatral “La fiesta del viejo” con la dramaturgia de Fernando Ferrer a partir de “King Lear” de William Shakespeare, a cargo del elenco Fundación Teatro Universitario bajo la dirección de Ricardo Salim.

A pocos días del estreno Fernando Ferrer pasó fugazmente por Tucumán, acompañó al elenco que pone en escena su obra “La fiesta del viejo”, y luego de compartir con ellos una velada a puro teatro, regresó a sus múltiples compromisos; y es que, permítame el lector comentar que, en tanto en Buenos Aires como en Tucumán, “La fiesta del viejo” vive una fiesta simultánea y recorre un camino de innúmeras distinciones y premios.

La obra se estrenó en 2017, en el Espacio Callejón de la ciudad de Buenos Aires, donde estuvo en cartel por dos temporadas consecutivas. Luego salió de gira por España y Latinoamérica, para luego reestrenar en el Teatro Metropolitan Sura en calle Corrientes de Buenos Aires. En 2021, transita su quinta temporada de funciones en dicha sala.

Prensa Activa Digital, Fernando Ferrer y Ricardo Salim.

Compartimos con Fernando Ferrer y Ricardo Salim un amable encuentro en instantes previos a la función de “La fiesta del viejo”, y allí, entre el aroma del café y los dulces, celebramos nuestra afición por este estupendo texto, ejemplo de buen teatro y expresión de un saludable retorno a la exquisita dramaturgia clásica.

Es un gusto, un placer para mí estar en Tucumán. Hace un tiempo que ya vengo trabajando en lo que podríamos llamar ‘reescrituras’, o bien, <obras inspiradas en clásicos shakesperianos>. La primera fue ‘La Payanca’ que se basa en ‘Hamlet’ que se representó en Buenos Aires con un elenco encabezado por Sofía Gala CastiglioneEstela GarelliAlejandro Paker, y Santiago Pedrero bajo mi dirección. Poco después, me resurgió algo que tenía muy presente desde mis épocas en el Conservatorio Nacional, cuando hice la carrera de actuación, luego de que mis maestros Ricardo Monti y Javier Daulte quienes me impulsaron mucho a la lectura de los grandes clásicos, permitiéndome encontrar allí, en este texto, una trama muy potente, muy divertida y sumamente actual; creo que es de esta manera, que decidí ‘tirarme a la pileta’ y arriesgarme reescribiendo este texto”, explicó Ferrer.

La pieza “Rey Lear” es una tragedia tremenda, llena de amor, locura, pasiones, y es preciosa en su furia y su locura. ‘La fiesta… me toca también de cerca, es un tema que me conmueve, quizás por la presencia de la vejez en personas de mi familia, la pérdida de los espacios de poder, porque cuando vas creciendo vas viendo como los mayores van perdiendo. A mi me tocó vivir eso, incluso contemplando a mi madre, pero creo que también es un todo, y es por eso que este tema impacta en libros y en películas que también me rozaron”, reflexionó.

Los temas presentes nos increpan permanentemente: la pérdida del poder, la perdida de las facultades cognitivas y físicas, el amor, pero el amor rozando la locura, y me refiero al amor verdadero. Y las dos caras de la misma verdad, porque el egoísmo y la mezquindad son parte también de nuestra esencia humana, y será por eso que cuesta tanto juzgar a estos personajes porque simplemente humanos. En la obra, el viejo les exige a sus hijas que le digan cuánto lo quieren, y según eso, vemos cuánto les da a cambio. Eso va configurando un grupo humano muy complejo en el que no es fácil discriminar quienes son los malos y quienes los buenos. Y aunque en la obra hay buenos y malos, en el caso de la puesta que yo dirigí, les pedí a las malas que no lo sean tan claramente, que no sean tan evidentes, que se notara, en cambio, que tienen sus razones lógicas, que son pertinentes al hacer lo que hacen. Quieren lo mejor para él, pero de la manera que él no quiere ni prefiere. Yo prefiero las estructuras porosas, no unidireccionales y sin el cliché de ‘los malos y los buenos…’ y que se vean presos de sus circunstancias, de sus limitaciones, de sus propias neurosis, de sus explosiones afectivas, de sus momentos históricos…”, reflexionó el autor.

“En Buenos Aires fue una sorpresa, se hacía originalmente a mediodía, con comida, con orquesta, como si estuviéramos en un club de barrio y fue un suceso antes de la Pandemia. Ahora estamos desde hace 5 años en el teatro Metropolitan Sura en avenida Corrientes, que nos permitió llevarla a España, Polonia, en países de Latinoamérica, la verdad fue una sorpresa, porque cuando uno está solo en su casa escribiendo una obra, ni se imagina que alguien va a venir a verla de esta manera tan masiva y exitosa. Hubo actores y actrices que quisieron actuarla, y hubo público que quiso verla y eso es algo maravilloso para cualquier autor”, nos dice.

Se viene mucho más, en Buenos Aires ya se prepara la sexta temporada de “La fiesta del viejo” una gira por España, “y estoy estudiando una posibilidad de adaptar ‘Macbeth’ siguiendo con la línea de las anteriores”, nos dice finalmente.

“La fiesta del viejo” tucumana

Quisiera invitar al lector amante del teatro a que concurra a ver “La fiesta del viejo” de Fernando Ferrer, bajo la dirección de Ricardo Salim, esta noche a las 21, o bien el viernes y sábado próximos a la misma hora en la sala Orestes Caviglia, de calle San Martín 251.

La trama parece muy sencilla, y de alguna manera lo es, pero los intrincados vericuetos del alma humana complican las circunstancias: El Viejo cumple años y decide festejarlo con todo en su club del barrio, rodeado del amor de toda la familia y de los sirvientes que ama como amigos.

A la hora del brindis hace grandes anuncios que tienen que ver con el adelanto de la herencia a sus hijas, ansioso por sorprenderlas, por demostrarles su cariño y por ver cómo reaccionan ante tanto amor, les exige que cada una le demuestren a su vez, cuánto lo aman y, ese acto de vanidad y ego, desata una tragedia insospechada. Claramente saldrá a flote la mezquindad y los manejos de cada una de ellas –junto a sus maridos- que intentarán, además, que el viejo firme una documentación que permita demoler el club y utilizarlo para un gran negocio inmobiliario que ellas están tramando.

Estoy seguro que el espectador vive en su butaca una verdadera experiencia sensorial. Fernando Ferrer se maneja prolija y hábilmente en la escritura de su texto. No solo hay respeto en la preservación de los pilares morales de la tragedia shakesperiana, sino que agrega y redistribuye el peso de las cargas dramáticas, y condimenta un diestro manejo de lo fiero y lo generoso, el humor y el dolor, la magnanimidad y el egoísmo.

Y todo eso acontece en un crescendo emocional al punto del paroxismo y el éxtasis. El final, aterrador y pavoroso, inevitablemente nos llena de compasión y piedad, y nos retiramos inmersos en un shakesperiano sentimiento moralizador y reflexivo.

No es, me parece, un texto que desempolva a Shakespeare, creo más bien que es una refinada confirmación de su perdurabilidad, y cómo la magia del buen teatro genera nuevas obras, y nuevas posibilidades dramáticas.

Uno de los grandes enamorados del teatro shakesperiano fue el compositor Guiseppe Verdi considerado también el “Shakespeare de la ópera”, quien musicalizó con formidables adaptaciones, libretos de “Macbeth”, “Otello”, “Falstaff” sobre “Las alegres comadres de Windsor”, y aunque estuvo toda la vida en la cabeza del maestro, nunca pudo musicalizar su “Re Lear” con el excelente libreto de Antonio Somma.

Eso es genialidad y prodigalidad, porque genera nuevas expresiones y nuevas miradas. Este es un texto nuevo y de una excelencia innegable.     

Quizás en esta puesta encuentre el espectador desajustes y desincronizaciones en las actuaciones; cuando hablamos de sincronía nos referimos a la concordancia que debe sostener el crecimiento medular de drama-tragedia y la entrega emocional y física que debe calibrar el actor y su manera de decir los difíciles textos.

Mauro Iriñis una vez más exhibe su oficio, su solvencia y su trayectoria, logrando momentos de conmovedora belleza mientras Salim lo enmarca en un avejentado club de barrio de sabor polaco, mustio y marchito por el paso del tiempo como el deteriorado viejo, y contrasta la estridencia de la fiesta con el espeluznante ocaso. Como siempre, su escenografía es impecable y la presencia de un músico en escena, le agrega poesía y dramatismo.

Vaya a verla, va a disfrutarla más allá de que cualquier puesta teatral sea mejorable -por fortuna así debe ser- y va a renovar su devoción por el buen teatro y la alegría de reencontrarse, después del confinamiento, con la alegría de ver teatro.

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