VATICANO: Sede Vacante
Con la solemne declaración “Vere Papa mortuus est”, pronunciada por el cardenal camarlengo Kevin Farrell en la capilla de Santa Marta inmediatamente después de la muerte del Papa Francisco, se abre oficialmente la Sede Vacante: una fase extraordinaria en la vida de la Iglesia, marcada por antiguos rituales y leyes canónicas milenarias.
La Sede Vacante –literalmente “sede vacante”, es decir, sin titular– indica la interrupción del pontificado y la espera del nuevo Papa. No es sólo un vacío institucional, sino un tiempo suspendido de reflexión, dolor y preparación espiritual y logística para el cambio.
El camarlengo, figura clave de la transición, procedió según un ceremonial inalterado desde la Edad Media: tras la confirmación oficial de la muerte, destruyó públicamente el Anillo del Pescador –símbolo del poder temporal y espiritual del Papa– para impedir su uso fraudulento. Luego hizo estampar los sellos papales en los aposentos privados del difunto Pontífice, que desde ese momento se volvieron inaccesibles.
Para que el luto fuera visible también para los peregrinos, se cerró una de las puertas de la Puerta de Bronce, mientras las campanas de la Basílica de San Pedro comenzaban a sonar, como marca la tradición.
Durante los nueve días siguientes se celebran los Novendiali, las celebraciones litúrgicas de sufragio por el alma del Papa difunto, pero también son días fundamentales para la organización del Cónclave: durante este período, el Colegio Cardenalicio, formado por todos los cardenales (incluidos los mayores de ochenta años, que no votarán pero podrán participar en los debates), se reúne en la Congregación General, una asamblea diaria que sirve para gestionar los asuntos ordinarios de la Santa Sede.
Para que el luto fuera visible también para los peregrinos, se cerró una de las puertas de la Puerta de Bronce, mientras las campanas de la Basílica de San Pedro comenzaban a sonar, como marca la tradición.
El Camarlengo, asistido por tres cardenales asistentes elegidos por sorteo, asume temporalmente el control de la administración vaticana, supervisa los bienes materiales y asegura que la maquinaria de la Iglesia siga funcionando, pero con poderes limitados: no puede tomar decisiones doctrinales y no puede cambiar nada que sea competencia exclusiva del futuro Papa. Mientras tanto, comienzan a llegar a Roma los Cardenales Electores, es decir, los cardenales menores de 80 años, nombrados por los Papas anteriores y con derecho a voto.
Se alojarán en la Domus Sanctae Marthae, una estructura dentro de los muros del Vaticano, donde vivirán en un cónclave informal, ya separados del mundo exterior: sin contacto con los medios, teléfonos móviles apagados, confidencias reducidas al mínimo. El objetivo es asegurar el clima de meditación, oración y discernimiento necesario para el siguiente paso: la entrada en la Capilla Sixtina, que marca el inicio del Cónclave propiamente dicho.
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